Compartimos el primer relato titulado “Entrada”, de la Serie Decires y Escritos de Alfredo Mires Ortiz, sobre cultura y agricultura en la experiencia de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. “En el campo todos los días se produce vida, a cada instante se cría y hasta los sueños están rubricados por esa causa regeneradora…”

En el campo de Cajamarca, en la sierra norte de Perú, cuando terminamos de hacer los surcos para la siembra, desatamos el arado y hacemos pasear a los bueyes alrededor de la chacra o campo de cultivo. Los ancianos campesinos dicen que el resuello de los bueyes ayuda a que despierten las semillas; nos enseñan que a la Tierra le gusta sentir el esforzado aliento del chacarero y sus bueyes, que ella –sintiendo el resuello– hará producir con ganas esas siembras, como agradeciendo el ánimo que hemos puesto en ese empeño. Así, sembrar no es una función productiva, no es una mera ocupación económica ni un trabajo tormentoso: es un convite criador, una celebración vitalizadora, una fiesta regeneradora.

Desde una observación puramente racional, esta “costumbre” de nuestras comunidades es calificada como un arcaísmo, como una superstición que arrastramos desde la época prehispánica; resulta más fácil arrinconarla en el desván del pensamiento mágico y la mentalidad pre lógica que intentar, por lo menos, respetarla y comprenderla. Es un riesgo implícito en el concepto moderno de recursos: reducir el valor de las distintas visiones del universo y objetivar la naturaleza puede justificar el sacrificio de la tierra en nombre de los dividendos. Y no es solo reduccionismo lo que implica una visión cosificante del mundo: son actitudes, son perfiles, define pedagogías y establece políticas públicas.

Pero este impregnar de resuellos a la tierra no es una práctica episódica ni la única actitud que expresa las profundas filiaciones de las comunidades andinas con su entorno: solo es una en la inmensa y prodigiosa reserva moral, fraternal, maternal y criadora que anida en nuestros pueblos. En el campo todos los días se produce vida, a cada instante se cría y hasta los sueños están rubricados por esa causa regeneradora: el vínculo cotidiano con el sembrar, ver brotar, deshierbar, abonar, aporcar, amacollar, curar, cosechar, ofrendar, compartir, celebrar y apetecer, aviva y fragua el temple criador del ser humano.

Está en las matrices de nuestra cultura nutrir y multiplicar la vida. Esta sabiduría no ha sido importada ni ha nacido de la oreja de una cabra: estamos hablando de 10000 años de desarrollo de la agricultura, no de una mecánica surgida con la revolución industrial. Y es una inteligencia que –por su propia naturaleza– dinamiza la incorporación de saberes diferentes, siempre que sepan respetar el modo mayéutico y criador de cada uno.

Por Alfredo Mires Ortiz
Fuente: Alfredo Mires Ortiz. Saberes y resuellos. Cultura y agricultura en la experiencia de la Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Conferencia presentada en el Tercer Congreso de Información en el Sector Agropecuario: Big data, difusión y apropiación del conocimiento, el 30 de septiembre de 2016, en Bogotá, Colombia.
El texto es el primero de la Serie Decires y Escritos Nº 7.
Fecha: 12/06/2020