A mediados de mayo, cuando Perú se ubicaba ya entre los países con mayor contagio de coronavirus, tres artistas plásticos de Puno salieron a las calles de la ciudad con vestimenta de kusillos y, entre bromas (pero látigo en mano), conminaron a los peatones a mantener la “distancia social”.

Con una autoridad heredada de siglos de tradición, el artista plástico Max Castillo y dos colegas vistieron sus trajes de kusillos, se calzaron sus caretas de nariz enroscada hacia arriba, y, munidos de sendos chicotes de larga correa, irrumpieron en el trajinar de cientos de peatones para actuar, tal vez sin saberlo, el rol que, por milenios, han venido cumpliendo los payasos y bufones de la mayoría de las culturas del mundo, incluidas la de los pueblos originarios de América: llamar la atención sobre comportamientos no deseables dentro del grupo.

EL INOCENTE-PÍCARO, INGENUO-TRANSGRESOR

Es posible que en pocos pueblos se dé la cantidad y variedad de danzas como en el mundo centro andino. Toda celebración religiosa, evento patriótico o gran parte de los festejos privados cuenta con la presencia de “tropas”(comparsas) que alegran el encuentro con sus elaborados trajes, máscaras y desplazamientos acompañados porsikus, pinkilluso quenas y al compás de wankaras o tambores.

En este ámbito de danzas grupales, el kusillo es generalmente un personaje independiente, bullicioso y entrometido que acompaña a los bailarines de las “tropas” con saltos acrobáticos y sin coreografía, al tiempo que interactúa con el público de niños haciendo bromas y piruetas sin olvidar comentarios soeces a los varones o atrevidos acercamientos a las mujeres presentes. De esta forma, el kusillo–puede tratarse también de mujeres- divierte al público con lo inesperado de sus travesuras, mientras va abriendo camino a la comparsa entre risas e improvisaciones.

Tanto en quechua como en aymara, el término kusillo designa a los monos, pero también se relaciona con el término kusi, que alude la alegría y la felicidad. El origen de este personaje se hallaría entre los lupakas, pueblo extendido en el actual altiplano peruano-boliviano, quienes, desde épocas prehispánicas, solían descender a las regiones selváticas en busca de hojas de coca. Allí se familiarizaron con los cómicos movimientos de los monos, a quienes no tardaron en cubrir de ropas europeas para satirizar a los españoles enépocas de la colonia.Se trata seguramente de los “yungas” quienes, al hablar de los raymi en épocas incaicas, el Inca Garcilaso de la Vega recuerda que “traían máscaras hechas aposta, de las más abominables /y/ entraban en las fiestas haciendo ademanes y visajes de locos, tontos y simples/y/ traían en las manos instrumentos/…/ con que se ayudaban para hacer sus tonterías”

Su vestimenta se compone, tradicionalmente, de pantalón negro, levitón gris o blanco de bayeta, polainas hasta las abarcas, guantes blancos y una máscara de bayeta con dos protuberancias o cuernos de colores en la parte superior de la frente, así como la característica nariz enrollada hacia arriba. Sobre los hombros, alrededor de cuello, atan una piel de zorro y en la mano suelen llevar un látigo o chicote. Las mujeres, cuando intervienen, visten pollera roja o verde con varias manq´anchas (enaguas) de vivos colores, casaca negra con volados y llamativos bordados. Llevan una honda en la mano derecha y su máscara, igual que la masculina, puede mostrar cejas, barba y bigote.

En la actualidad, y ya incorporados a tradicionales fiestas urbanas como en La Paz u Oruro y otros festivales folklóricos, se los encuentra con ropas más coloridas, así como en agrupaciones propias, exclusivamente masculinas.

¿MONO, ZORRO O DIABLO?

Si bien muchos investigadores no dudan en describir al kusillo como “monos danzantes”, otros, atentos a la literatura oral, infieren que tanto la piel que llevan alrededor de los hombros, como la conducta desenfadada del kusillo que roba semillas y se muestra procaz con las mujeres, lo asimila más a la picardía del tiwula (zorro) de los cuentos y mitos aymaras que a la imagen de juguetona ingenuidad.

Claro está que este personaje juguetón, ambivalente y tan parecido a muchos duendes e incluso dioses de la antigüedad europea, corrió su misma suerte que éstos a la llegada de los españoles y sus estrictos dogmas católicos: el Kusillo pasó a ser el diablo, figura de maldad y perdición.

Pero aún así, el kusillo siguió siendo aceptado, querido, y sus atrevimientos no son considerados ofensivos sino motivo de risa. Nunca asociado a la maldad o lo diabólico.

Por el contrario, no sólo interviene en las fiestas religiosas sino que goza de los mismos privilegios de aquellos bufones y payasos de todos los tiempos quienes, entre saltimbanquis y seres un tanto fuera de la normalidad, podían interpelar incluso a reyes y altos cortesanos cuyas conductas desviadas nadie se atrevía a mencionar.

No es casual que, en este papel, el kusillo porte un látigo de larga lonja, tal como los que, como emblema de autoridad, portan los curacas de las comunidades indígenas. Y los que usan en el rito de iniciación y en sus danzas los ukukus o pabluchas en la fiesta del Señor de Qoyllurity, o, cabe recordarlo, se sirven los kachinas entre los hopis de Norteamérica cuando descienden para la fiesta de Powamu trayendo alegría, lluvia y fertilidad pero también orden social.

Y fue justamente con este chicote, en el mes de mayo y como jugueteando, que tres kusillos, artistas plásticos en su vida privada, aprovecharon el carisma y aceptación social de este payaso para señalar la distancia social entre los peatones de Puno. Es que, como en muchos casos, y tal como sucede con el párroco de la catedral de Cusco para la fiesta de Qoyllur Riti o entre los estudiantes que participan en las “entradas” de la ciudad de La Paz, el retozar entre la gente detrás de una máscara y con licencia para burlarse incluso de los más temidos, sirve no sólo para divertirse y dar rienda suelta al espíritu festivo, sino también a una compensación social y equilibrio mental para quienes, en la vida cotidiana, cumplen roles con restricciones y límites preestablecidos.

Gracias, kusillos de Puno, por dar una mano (¿o chicotazo?) en la lucha contra el COVID19

Por María Ester Nostro
Fuente: Inca Garcilaso de la Vega. Comentarios reales (selección). En Crónicas americanas. EUDEBA, 1969, Buenos Aires
Willaq. Noticias, cultura y peruanidad: https://willaq.blogspot.com/2020/06/dos-investigaciones-cientificas-hallan.html?fbclid=IwAR2QKXluFI-SlXsfd9dZo9AIwTzOMeVbQGOKZgfhyFymf6u-MaJk2HU17pc
Blog Wiracocha de Jorge Garate: https://wiracochagarate.blogspot.com/2010/07/tunantada.html
Fecha: 5/10/2020