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Mientras los senadores deciden la prórroga de la ley 26160 nos preguntamos ¿cómo eran y son los espacios deliberativos y de toma de decisiones entre los pueblos indígenas?

La democracia deliberativa es un ideal normativo propuesto por la filosofía política hace algunas décadas, que recorre discusiones académicas, pero que hasta el momento no ha logrado encarnarse en la estructura legal de las sociedades democráticas.

A diferencia de la democracia representativa en uso en la actualidad en la mayor parte de los países que se reconocen como democráticos, se trata de un modelo que busca complementar esa noción mediante un procedimiento colectivo de toma de decisiones que incluya la participación activa de todos los potencialmente afectados por tales decisiones. Este procedimiento se basa en el principio de la deliberación, que implica la argumentación y discusión pública entre pares, que supera y trasciende la centralidad del voto y la designación de representantes que a partir de ese momento decidirán a nombre de los electores, ambos elementos que aparecen como los más importantes de la democracia representativa.

Deliberación y democracia entre los griegos

Mucho antes de que se acuñara la noción de deliberación, los principios que caracterizan a ese exigente ideal normativo aparecen en descripciones realizadas por diferentes cronistas respecto de la forma en la que tomaban decisiones los pueblos originarios del continente. Obviamente los cronistas europeos pertenecían a sociedades no democráticas, e incluso esa palabra había caído en desuso y no formaba parte del léxico cotidiano desde la reflexión griega al respecto (la que, por otra parte, contenía un profundo sesgo peyorativo: es sabido que para Aristóteles democracia era el vicio de la timocracia, lo que hoy llamaríamos, quizás “demagogia”). Tal vez esa sea la razón por la cual la teoría política y la historia conceptual, aun no han tomado nota del filón de estudio que, a mi juicio, aparece aquí involucrado: mal podían valorar positivamente esa forma de decisión quienes no incorporarían sino hasta varios siglos después la perspectiva de la democracia, ya despojada de aquel sesgo de desprecio.

A diferencia de la democracia representativa, que otorga gran importancia al voto, la deliberación lo considera solo un caso extremo, en aquellas ocasiones en que no se produce el consenso fruto del intercambio de opiniones. Por raro que nos parezca, a los griegos de Atenas –inventores de lo que llamamos democracia en nuestra tradición cultural– les resultaría muy extraño el hecho de que votemos a nuestras autoridades. La idea de democracia se vinculaba más a la deliberación que al voto, es decir a la idea de que los asuntos que conciernen a los ciudadanos, deben decidirlos los ciudadanos a través del diálogo. Es bastante conocido que en Atenas no se votaban gobernantes, sino que se sorteaban. Como cuenta José Nun, “los atenienses no consideraban democrático el voto pues, decían, era un método que favorecía inevitablemente a los ricos, a los de buena cuna y a los exitosos”. La democracia era otra cosa, era más bien un principio de sentido común: “Si algo atañe a todos, deben decidirlo entre todos”.

Esa idea no tuvo éxito en Occidente hasta mucho después, aunque quedaron registros de cómo ese principio fue retomado, por ejemplo, por el derecho romano, que lo consagró bajo un conocido adagio incluido en el Código de Justiniano: “Quod omnes tangit ab omnibus tractare et approbari debet” (literalmente "lo que a todos toca, todos deben tratarlo y aprobarlo"). Reintroducido en el derecho medieval en los siglos XII y XIII, se extendió a otros ámbitos, y se lo considera como un antecedente del derecho constitucional. Claro que en la Baja Edad Media y en la Edad Moderna solo se usó para describir la relación entre la cabeza y los miembros del cuerpo político –secular o eclesiástico–. Hasta las revoluciones liberales, en Occidente a nadie se le ocurrió que ese principio pudiera incluir a los sectores subalternos.
Recién la filosofía política contemporánea –Habermas, Rawls, Cohen, entre otros– retoman la idea de la deliberación como constitutiva de la democracia.

Asambleas y Consejos: la toma de decisiones entre los originarios

Al profundizar los estudios sobre el tema, es interesante comprobar que formas deliberativas han estado presentes desde tiempos milenarios en diferentes pueblos de la humanidad, a lo largo y a lo ancho del globo. En el caso de las comunidades originarias de América, las formas deliberativas, la decisión en asamblea (en algunos casos con la participación activa de las mujeres) parecen haber sido la forma de la toma de decisiones por excelencia. De ellos dan cuenta cronistas de diferentes latitudes y épocas (asambleas, consejos, pow-wow).

En la actualidad, muchas de las comunidades indígenas conservan procesos de toma de decisiones que funcionan de una manera similar. El qarashé qom Félix Díaz, por ejemplo, cuenta que en su comunidad la máxima autoridad es un Consejo de ancianos, ancianas, adultos y jóvenes, que toman las decisiones deliberando. En el caso de que no lleguen a un acuerdo, lo trasladan a la Asamblea, que es abierta a toda la comunidad.

El investigador mazateco Enrique David Gallardo García trabaja sobre las decisiones comunitarias en los indígenas mexicanos actuales, describiendo diferentes tipos de asambleas, en las que en ocasiones se convoca a toda la población. El especialista Juan José Rossi también refiere la manera en que las comunidades wichi deliberan en asambleas ante problemáticas comunes. Lo mismo refiere la werken mapuche Verónica Huilipan en relación con los trawn, las asambleas de su pueblo.

El proceso iniciado en los caracoles zapatistas parece montarse en una confluencia entre tradiciones diversas: según reseñan diferentes investigadores, las comunidades indígenas de Chiapas –zapatistas o no– de habla tzeltal, tzotzil o tojolabal, toman sus decisiones de forma consensuada, en asambleas que funcionan sin protocolo particular, sino con mucha buena intención y una práctica que se aprende al mismo tiempo que a hablar.

Por otro lado, el zapatismo (que en sí mismo es un movimiento en el que confluyen diferentes tradiciones político-filosóficas) concluyó en determinado momento “que el EZLN con su parte político-militar se estaba metiendo en las decisiones que le tocaban a las autoridades democráticas, como quien dice ‘civiles’”. De esa constatación se concluyó “que debe ser al revés: o sea que arriba lo político democrático mandando y abajo lo militar obedeciendo”. Y así surgieron las "Juntas de Buen Gobierno" que intentan formar un gobierno participativo mediante la coordinación de los representantes de las comunidades. Según se describe, las asambleas generales pueden durar una semana y están abiertas a todos, sin una burocracia formal.

Philippe Urfalino, en su estudio sobre cómo se “cierran” los procesos de deliberación (es decir, como concluyen) sugiere que lo que define a la democracia es “quién delibera y quién decide”. Estudiar las formas que al parecer resurgen a partir de la recuperación de raíces originarias americanas democráticas y deliberativas (avant la lettre) o de su confluencia con ideas y prácticas transformadoras, puede ser un aporte de gran relevancia para otorgar encarnadura empírica al modelo de la deliberación.

Pero por otro lado, puede ser también una manera (poéticamente reparadora) en la que espíritus democráticos y defensores de los derechos humanos, reencuentren el enorme aporte de los pueblos originarios, aún un filón por descubrir, en una temática inesperada, constituyéndose así en una vía por la cual nos encontremos con que andaba por aquí, en estos pueblos, aquello que durante siglos hemos estado buscando.

Por Américo Schvartzman*
Fecha: 27/9/2017

* Licenciado en Filosofía. Periodista de El Miércoles Digital. Docente. Autor de Deliberación o dependencia. Ambiente, licencia social y democracia deliberativa (Prometeo 2013).

Referencias:
· Urfalino, Philippe. “Cerrar la deliberación. Teoría de la decisión colectiva”. Buenos Aires: Prometeo, 2014.
· Zegada, María Teresa. “Indígenas y mujeres en la democracia electoral: análisis comparado”. México: Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 2012.
· Díaz Polanco, Héctor. “Caracoles: La autonomía regional zapatista”- El Cotidiano, vol. 21, núm. 137, mayo-junio, 2006, pp. 44-51 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco-. Distrito Federal, México
· Ruiz Murrieta, “Democracia y participación política de los pueblos indígenas en América Latina”. Unesco, 2003
· Enrique David Gallardo García, “Lo público en los procesos comunitarios de los pueblos indígenas en México”, Polis [En línea], 31 | 2012, Publicado el 12 diciembre 2012, consultado el 29 julio 2016. URL : http://polis.revues.org/3650
· Comunicación del autor con Juan José Rossi (2016)
· Comunicación del autor con Enrique David Gallardo García (2016)
· Entrevista del autor a Verónica Huilipan (2016)

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