Las Bibliotecas Rurales de Cajamarca continúan con sus andares entre las comunidades del Perú, ahora en las provincias de Santa Cruz y Contumazá

La Provincia de Santa Cruz es una de las trece que conforman el Departamento de Cajamarca, bajo la administración del Gobierno Regional, en el norte central del Perú.

Hacía ya un buen tiempo que veníamos comunicándonos con el profesor Luis Calderón, docente de Poroporo y Catache, en la provincia de Santa Cruz. Sea por la distancia o el tiempo –dado que somos tan pocos en el Equipo Central de la Red–, nunca nos habíamos reunido con comuneros en esta zona… hasta este setiembre.

La noche de la reunión en la comunidad de Poroporo debía haber unas ochenta personas. Todos habían vuelto de sus trabajos en el campo, recogiéndose para descansar; todos andaban curiosos tratando de saber qué era aquello de las bibliotecas rurales. Nosotros no vamos donde no nos invitan. Eso de llegar “como institución” a comenzar un proyecto tiene un regusto invasivo, como si “los conscientes” supieran de antemano qué es lo que los “rezagados campesinos” necesitan.

Así que ahí anduvimos, conversando, contándoles lo que hacíamos, y dejando abierta la posibilidad que formaran su propia biblioteca: la decisión, al fin y al cabo, ha de ser comunera y soberana. Mucha duda flotaba: la historia de nuestros pueblos es un cúmulo de ausencias y de promesas mentidas. El libro siempre fue un fulano ajeno y, cuando estuvo, un vecino indebido, irresoluto.

Así que empecé a leer uno de los libros nuestros, estos que intentan ser una extensión de nuestros viejos reunidos; estos libros que han nacido de nuestra propia semilla y de nuestro propio sembrío. Ahora los ojos eran otros:

–Yo necesito esos libros para mis hijos –me dijo una comunera de pronto–. Venga a mi comunidad: ahí no somos tímidos, ahí ya estamos decididos.

Esa noche formamos la primera biblioteca rural en la provincia de Santa Cruz.
¿Cómo es que no hemos estado ahí en 46 años?

En la comunidad de Poroporo la asamblea decidió que el director de la escuela se hiciera cargo de la biblioteca, en turnos con los otros docentes. No habíamos terminado de firmar el acuerdo cuando ya los comuneros empezaron a solicitar los libros.

De alguna forma, en la educación de América Latina conviven dos escuelas: la que el sistema impone, rige, controla, acosa, disciplina y obliga, y la que el alma indómita de los pueblos resiste, cabrea, digiere, desafía, contrasta, impugna, rebate, encara, preña y aprovecha.

Los indios nunca hemos sido vencidos: nos machacaron las formas y los verbos, incendiaron la vivienda y el bosque, amputaron las manos y acuchillaron los rostros, alancearon el corazón y encadenaron las piernas, pero la fécula se mantuvo, el espermatozoo esquivó la guadaña, la tierra atesoró sus óvulos, el ADN se agazapó en la finta, la semilla esperó la lluvia, el surco acaudaló la rebeldía.

Anteriormente, en el mes de octubre, las bibliotecas rurales llegaron a los caminos de Contumazá, una de las trece provincias que conforman el departamento de Cajamarca, bajo la administración del Gobierno Regional. El cerro Colladar anuncia lluvias: el apu se ha puesto gorro, son las señales que la naturaleza plena —por los caminos hacia Contumazá— nos mostraba.
Podríamos decir que esta provincia además de ser “Tierra de intelectuales y buen trigo”, como anuncia un enorme cartel a la entrada del pueblo, es tierra de bibliotecarios y comuneros, pues, el movimiento de libros, lecturas y conversas animan diariamente a las familias contumacinas. Y los encuentros tuvieron corazón y sentimiento.

Con la familia de Ramiro Yglesias, coordinador de la zona, doña Isabel, su hijo Javier y la grata compañía de Roque Florián, veterano coordinador del sector La Cocha, aprendimos el significado de la palabra Comunidad, cómo funciona esta manera de tenencia de la tierra, las dificultades y las estrategias de organización. Con Andrés Léon, otro de los bibliotecarios veteranos de la Red, tuvimos una entrevista para rememorar los inicios, sus recuerdos del padre Juan Medcalf y de Alfredo Mires (“Cuando él estaba chibolito”, nos dijo).

Con Marcos Florián, bibliotecario de Taya El Colal, también tuvimos un memorable encuentro. Él, con entusiasmo mostraba, su cuaderno de rescate pleno de letras, recuerdos, sabiduría y sencillez; las palabras, los dibujos, el conocimiento campesino puesto a disposición para ser publicado, para compartir y avivar las voces nuestras.

Contumazá es realmente una provincia de comuneros inmensos; ellos, con los libros, las lecturas y las escrituras de sus propias tradiciones, han hecho de la Red de Bibliotecas Rurales una experiencia ejemplar para toda esta familia.

Celebramos estos andares, ya van 46 años entre comuneros, repartiendo libros creados por los propios campesinos, cultivando el saber tanto como la tierra que les da de comer, un verdadero ejemplo de construcción comunitaria de identidad y memoria, de abrirse camino a pesar de los obstáculos.

Por Alfredo Mires Ortiz

Fuentes:
Andares de las Bibliotecas Rurales de Cajamarca
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.ar/2017/10/andares-en-santa-cruz-i.html
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.ar/2017/10/andares-en-santa-cruz-ii.html
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.ar/2017/10/andares-en-contumaza.html
Fecha: 5/11/2017