En este nuevo artículo de nuestro corresponsal del Orejiverde, se comparte un sentido homenaje a la obra de María Stella González de Pérez, lingüista colombiana recientemente fallecida, que dedicó su vida a investigar sobre las lenguas indígenas en peligro de desaparición, todo un legado que ha puesto en evidencia los diferentes entendimientos de las palabras nacidas en contextos culturales diferentes.

“Si aprendes una lengua indígena y si escribes libros para enseñar la 'lengua extraña' a los otros, la posteridad te dirá: tu nombre jamás será olvidado”.
(Adaptación del soneto en lengua muisca. Fray Bernardo de Lugo, 1619)

Todas las veces que los indios Muisca de la zona central de Colombia usaban el término “pquyquy”, los españoles traducían como “corazón”, conforme consta en los diccionarios coloniales. El vocablo designa, efectivamente, ese órgano del cuerpo, pero sus significados son mucho más amplios de lo que soñaba la filosofía ibérica, según la lingüista María Stella González de Pérez, pues – dice ella - los Muisca no separan razón de emoción, lo que ocurre también a por lo menos otras seis culturas indígenas americanas: Aymara, Guaraní, Maya, Náhuatl, Candoshi y Quechua.

Y para la ciencia europea del siglo XVII, ¿cuáles eran las funciones del corazón? - pregunta la lingüista. La civilización greco-romana había seguido inicialmente a Aristóteles, para quien el corazón (kardiá) era el centro de la actividad mental, lo que en latín - cor, cordis - constituye la raíz de “recordar”, “decorar”, “saber de cor”, “discordar”, “concordar”, “cordato” y “coraje”, que para los romanos tenía en el corazón su fuente. Sin embargo, la teoría dominante en Europa que llega a América no fue la aristotélica, sino la de Galeno, que situaba en el cerebro el ejercicio del pensamiento.

Lengua y corazón

Si en Muisca “se piensa con el corazón”, es un indicio de que el término “pquyquy” abarca en su campo semántico el intelecto, además de deseos, estados anímicos y psicosomáticos. El corazón muisca aparece como guardián de la memoria. Es en él que residen talento, imaginación, habilidades, sagacidad, sufrimiento, amistad, culpas y preocupaciones. Eso creó problemas para la traducción como en el caso de la lengua quechua, donde la expresión “yscay songo”, en el sentido literal “corazón duplo”, usada por el cronista Poma de Ayala, tiene el sentido de “traidor”.

En lengua muisca, si digo que alguien tiene el “corazón lleno de luz”, quiero decir que es “muy inteligente”, “llevar belleza al corazón de otro” es “alegrarlo”. Tener el “corazón sucio” significa “sentir asco”, y “corazón duro” significa “atormentado”. El trabajo contiene una cantidad grande de datos que contribuye con la reflexión actual sobre los problemas de la traducción, especialmente de lenguas tipológica y culturalmente tan diferentes. La autora dedica el artículo a sus dos pquyquy: las hijas Camila, diseñadora industrial y Juliana, doctora en Historia Social por la USP, con una tesis sobre tradición y modernidad en la música caipira en Brasil.
El idioma muisca fue estudiado por Stella, investigadora desde 1975 del Instituto Caro y Cuervo, institución colombiana que es centro de referencia de proyección internacional para lenguas indígenas americanas y sus literaturas. Hablado en la zona central de Colombia, el muisca de Santa Fe, de la familia Chibcha, se tornó en el siglo XVII en la lengua general de comunicación interétnica usada en la catequesis, como el Nheengatu en la Amazonía brasileña. Por eso, se elaboraron gramáticas, catecismos, oraciones e himnos en esta lengua. Mas en 1770, Carlos III firmó la sentencia de muerte en una Real Cédula para erradicar las lenguas indígenas, determinando que en sus dominios “sólo se hable el Castellano”.

¿Lengua muerta?

Dicho y hecho. Una de las lenguas consideradas extintas algunas décadas después fue el muisca. Sin embargo, el vicario de un pueblo de Boyacá le contó a Stella que había confesado en los años 1980 a dos ancianos en una lengua incomprensible. Él les dio la absolución sin ninguna penitencia, diciéndole a cada uno: - “Que Dios te perdone, porque no te entiendo”.

Cuando Stella corrió en busca de los dos campesinos para identificar la lengua, ya era tarde, habían fallecido. A partir de allí el desafío: ¿como dar sonidos a un idioma que se quedó sin hablantes, ni siquiera “recordantes”? Ella usó, para tanto, una metodología innovadora explicitada en su libro sobre el sistema fonético-fonológico de la lengua muisca, en el que cuestiona la idea de “lengua muerta”.

Pero entonces, ¿la lengua muere? La lengua nunca muere como un animal o un vegetal, “lo que muere es el habla, pero una lengua ‘muerta’ bien documentada continúa existiendo siempre” – dice la investigadora. Por eso, buscó en la Biblioteca Nacional de Colombia y en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid documentos del período colonial, lingüísticos y extralingüísticos, entre ellos la gramática del muisca de Frei Bernardo de Lugo (1619), diccionarios, vocabularios y otros. Para analizarlos, tuvo en cuenta el castellano hablado en la época y las herramientas teóricas de que disponían para describir fenómenos sonoros de una lengua extraña.

¿Qué tipo de sonidos registraron los misioneros? Stella comparó los datos documentales con los sistemas fonéticos de algunas lenguas vivas de la misma familia lingüística Chibcha, que todavía se hablan actualmente, apostando que las relaciones de parentesco entre esas lenguas podían darle algunas pistas. Además, llevó en cuenta algunos fenómenos fonéticos del español que se habla actualmente en el antiguo territorio muisca, para identificar en él las marcas de la lengua indígena, que le sirvieron de guía para su trabajo de arqueología lingüística y para formular sus hipótesis.

Stella investigó también la lengua Pisamira, de la familia Tukano, hablada por 46 personas en la margen derecha el rio Vaupés, en la Amazonía colombiana, donde hizo trabajo de campo entre enero de 1985 a octubre de 1989 en cinco visitas intercaladas con duración total de seis meses con Olga Ardila, que había sido su profesora en la Maestría en Lingüística.

Siempre preocupada con lenguas en peligro, Stella observó la situación de la lengua de los gitanos (rrom) de Colombia, con 4.858 hablantes según el Censo de 2005. De fuerte tradición oral, fue tratada como “jerga” o “jeringonza”, cuando en realidad – escribe Stella – es “una lengua en el sentido total de la palabra, una lengua como cualquier otra, con estructura fonológica, morfosintáctica, léxica y semántica” reconocida por el Estado colombiano en 1999 como parte del patrimonio lingüístico nacional.

Patrimonio lingüístico

Una visión más completa de ese patrimonio está en la obra monumental “Lenguas Indígenas de Colombia: una visión descriptiva”, cuya edición fue organizada por Stella González en coordinación científica con Luisa Rodríguez. Allí, reunió 59 investigadores que abordan aspectos históricos, sociolingüísticos y lingüísticos de cada una de las 65 lenguas indígenas. Se trata de una enciclopedia de 848 páginas, con artículos, mapas, bibliografías, transcripciones, cuya edición dio un enorme trabajo por las dificultades de las gráficas para imprimir los símbolos del alfabeto fonético internacional.

Maria Stella González de Pérez (1948-2019), lingüista, investigadora, amiga y aliada de los indios, con post-grado en Estudios Amerindios en la Universidad Complutense de Madrid, profesora visitante de la Universidad de Salamanca, se despidió de la vida el 12 de febrero. Recibió homenajes en salas de clase de por lo menos dos universidades brasileñas cuyos alumnos discutieron su artículo sobre la escritura en la América precolombina y quedaron encantados con la crítica que hace a la clasificación prejuiciosa que descalifica formas de escrita o registros no alfabéticos.

Se puede hacer un paralelo con Bernardo Lugo, bogotano nacido a mediados del siglo XVI. El fraile dominico publicó un soneto en su Gramática en la lengua general del Nuevo Reyno, llamada mosca” (1619) que Stella recitó en lengua muisca en una grabación reproducida post-mortem en el programa de radio Intervoces en su homenaje. La versión en español a partir de la traducción de muisca al inglés realizada por Nicholas Ostler, termina así:

La gente después de ti dirá así:
tu nombre, Bernardo, jamás será menospreciado.

Cuatro siglos después, efectivamente, Bernardo Lugo continúa vivo. Con la razón en el corazón, Stella también dedicó su vida al estudio de lenguas condenadas al olvido, recordándonos que, al final, todos pertenecemos a la misma tribu, la especie humana. Como fray Lugo, Stella será siempre recordada.

P.S. –Radio Universidad Nacional de Colombia. Intervoces. Dos programas:
1) Somos Muiscas (21/02/2019). Participan la lingüista Olga Ardila, el antropólogo Diego Gómez y el profesor de lengua muisca Facundo Manuel Saravia. El programa reproduce la grabación de un soneto en lengua muisca recitado por Stella.http://unradio.unal.edu.co/nc/detalle/article/somos-muiscas
2) In Memoriam María Stella González de Pérez (28/02/2019) Participan Olga Ardila, Diego Gómez, Camila y Juliana Pérez González, Nicholas Ostler, lingüista inglés presidente de la Foundation for Endangered Languages y Pukem Swa Saravia Castillo, de 9 años, que cantó al final en muisca.http://unradio.unal.edu.co/nc/detalle/article/in-memoriam-maria-stella-gonzales-de-perez.
Algunos trabajos de Stella González aquí citados: 1) Lenguas Indígenas de Colombia: una visión descriptiva (2000); 2) Bases para el estudio de la lengua Pisamira (2000); 3) Hacia una reflexión sobre la escritura en América precolombina (2004); 4) Aproximación al sistema fonético-fonológico de la lengua muisca” (2006); 5) Los Gitanos y su lengua (2012); 6) Pquyquy: 'corazón' en lengua muysca (2016).

Por José Bessa Freire
Imagen: Ofrendatorio cerámico muisca. (Museo del Oro de Bogotá).
Fuente: Taquiprati – Diário do Amazonas - José R. Bessa Freire (traducción Consuelo Alfaro)
http://www.taquiprati.com.br/cronica/1446-stella-no-coracao-das-linguas-indigenas
Fecha: 20/3/2019