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“La llorona”, emblemática canción mexicana, aún en sus versiones más románticas no cuenta una historia sino que evoca poéticamente a una mujer ligada a la muerte y el llanto.

Está inspirada en la leyenda de una mujer fantasmal que aún vaga por las noches llamando a sus hijos en medio de lamentos y lágrimas, y cuya primera aparición se produjo en época del imperio azteca, como presagio de grandes desdichas.

En su libro “La visión de los vencidos”, Miguel León Portilla relata -en base a incuestionables fuentes como el Códice Florentino, los Anales de Tlatelolco y los Cantares Mexicanos- que unos diez años antes de la llegada de Cortés a México (1521), Tenochtitlan, la gran capital flotante del imperio mexica (azteca), fue testigo de ocho sucesos tan extraordinarios, que el tlatoani (gobernante) Moctezuma y sus sacerdotes los interpretaron como presagios de algo muy malo que estaba por suceder.

Cinco de estos acontecimientos están relacionados con el fuego y pueden entenderse como fenómenos naturales – la aparición de un cometa, la caída de un rayo y de un meteorito, una erupción de un volcán sumergido-, y dos de ellos con trances alucinatorios – el ave con un espejo en su frente donde Moctezuma vio la guerra y el hallazgo de monstruos con cuerpo humano y dos cabezas – inmediatamente desvanecidos luego de manifestarse al tlatoani.

Entre esta serie de portentos sucedió, también, la aparición de una mujer fantasmal, huesuda y alta, vestida de blanco con ropas flotantes alrededor de su cuerpo, el pelo largo y suelto cayendo en mechones sobre su rostro…Lo más aterrador, sin embargo, era el grito agudo, desgarrado y fatídico de su lamento: “Ayyyyy mis hijoooooosssss, tenemos que irnos lejos, Ayyyy, hijitos míos, ya nos perdemos, ¿adónde los llevaré?”

Transformada en leyenda, esta aparición se perpetuó en época de la colonia y, como tantas otras leyendas, sirvió a los fines regulatorios de las comunidades: al dar las doce campanadas en la iglesia, nadie debía andar por las calles, so pena de toparse con tan tenebrosa dama.

De allí, la leyenda se derramó por toda América y aún se perdura con fuerza entre los mexicanos migrantes, como anclaje en su cultura de origen.

La llorona, mujer india y de todos los tiempos

De la mano de la libertad implícita en la creatividad popular, la lastimera presencia de “La llorona” se ha multiplicado en infinidad de versiones y significados, haciéndola reconocible sólo a través de algunos rasgos esenciales.

El significado más antiguo, confiado por los propios aztecas-mexica al franciscano Bernardino de Sahagún, identifica a la diosa Cihuacoatl como mensajera de la desgracia que se avecinaba (la caída del mundo indígena a manos de los españoles). Esta diosa era la protectora de las mujeres que morían en los partos y volvían periódicamente al mundo de los vivos en forma de espectros para asustarlos en las encrucijadas de los caminos.Se recuerda también que en un difícil parto, Cihuacoatl dio a luz a Mixcoatl, dios de la caza, al que abandonó en una encrucijada de caminos y al que, entre gemidos y llantos, periódicamente vuelve a buscar sin éxito.

Una versión posterior da cuenta de la tragedia de una mujer indígena que tiene un hijo con un blanco y, al ser abandonada por éste, arroja a su bebé al río. Inmediatamente arrepentida, se lanza a la corriente en medio de lamentos pero no logra salvarlo y sigue gritando eternamente el dolor de sus contradicciones no resueltas. Es la culpa, se opina desde un punto de vista psico-social, por haberse entregado al blanco, parido su hijo y luego no poder darle un lugar definido dentro de la nueva sociedad americana.

También se menciona a la Malinche, arrepentida de haber colaborado con Cortés y a una mujer muy altanera que, al quedar viuda y pobre, decide ahogarse con sus hijos, pero vuelve sin descanso por las noches, aullando su remordimiento.

De poesía y de canciones

A la par de la leyenda, la creatividad musical y poética de los mexicanos ha reproducido la figura de la llorona en infinidad de sones y huapangos. Aunque poco queda en ellos de estas mujeres que no pudieron, no supieron o no quisieron defender la vida de sus hijos, lo que impacta es el halo de muerte, dolor y fatalismo que emana, como un sello temático,de esa presencia perturbadora, evocada pero no descrita.

El texto escrito más antiguo data de mediados del siglo XIX y fue realizado en la región de Tehuantepec, Oaxaca, en lenguas náhuatl y zapoteco, sin citar autores. De allí se expandió por todo el mundo –se mencionan 500 versiones-aludiendo, sin contar una historia precisa, a una mujer rodeada de llanto y muerte.

El listado de registros discográficos es amplísimo. Hay interpretaciones de fuerte dramatismo, como las estremecedoras versiones de Chavela Vargas o Lila Downs, donde la emotividad crece en forma proporcional a la pasión puesta por las intérpretes. Otras, más convencionales, juegan con variaciones más románticas en las voces, por ejemplo, de Nélida Lafourcade, Ángela Aguilar o Ida Cuevas, y son similares a las elegidas por los intérpretes masculinos, como Antonio Tormo, Marco Antonio Solís y Raphael, quienes, en su rol varonil, cantan,además, su amor sin esperanzas.

Lo cierto es que, lejos de Cihuacoatl, la mujer, su llanto y tragedia permanecen a través del tiempo, expresados en este racimo de bellos versos, infaltables en todas las interpretaciones:

Salías de un templo un día, llorona /Cuando al pasar, yo te vi
Hermoso huipil llevabas, llorona / Que la virgen, te creí
Ay de mi llorona, llorona, llorona / De un campo lirio
El que no sabe de amores, llorona / No sabe lo que es martirio
No sé que tienen las flores, llorona /Las flores de un camposanto
Que cuando las mueve el viento, llorona /Parece que están llorando
Ay de mi llorona, llorona, llorona / Llévame al río
Tápame con tu rebozo, llorona, porque / Me muero de frío

Por María Ester Nostro
Fuentes: Diccionario de Mitos y Leyendas https://www.cuco.com.ar/
Integrante de la Red Naya de antropología y arqueología https://www.equiponaya.com.ar/
Navarrete González, Carolina. “La circularidad identitaria de la Huacha”. En: “Madre y Huachos. Alegorías del mestizaje chileno, de S. Montecino”
Fecha: 3/2/2021

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