Reflexiones sobre la correspondencia del documento oral en el entendimiento y valoración de la identidad cultural indígena, tomando como unidad de análisis algunas comunidades indígenas de Argentina.

Se considera el carácter ágrafo de la cultura y la comprensión local del concepto identidad cultural, analizando cómo la construcción y difusión de fondos orales permite valorar la identidad de la comunidad indígena. Se entiende en este proceso a la labor del bibliotecario como un puente entre culturas y a la biblioteca como un espacio de socialización donde es posible recrear y compartir el saber tradicional de los pueblos originarios.

Los fondos orales –constituidos mediante una colección sonora vinculada a un fondo escrito derivado, y generados a partir de una construcción social de conocimiento– inciden en el entendimiento y valoración de la identidad cultural, fortaleciendo los patrones étnicos, sociales, históricos y lingüísticos de las familias indígenas, recreados en el espacio de la biblioteca.

El trabajo con fondos orales requiere, desde la bibliotecología, un abordaje endógeno que es permanentemente atravesado por múltiples variables (culturales, sociales, lingüísticas). La noción de representatividad es clave para entender el sentido de un documento oral dentro de la biblioteca de una comunidad indígena, la comprensión de este factor es posible definiendo algunos conceptos relacionados, que deben ser planteados desde diferentes puntos de análisis, a la vez que es preciso describir los tópicos donde se evidencian situaciones de conflicto desde el punto de vista lingüístico, permitiendo entender el enorme valor de recuperar conocimiento desde el contexto de la oralidad.

En tal sentido el concepto de identidad se encuentra vinculado con el concepto de cultura, en el cual una serie de conocimientos que hacen al patrimonio cultural indígena, fortalecen la noción de identidad, cuyo sentido es sedimentado entre las familias de las comunidades. La cultura es entendida como una serie de ideas basadas en el aprendizaje de símbolos [Geertz, 1973]. El significado expresado por ellos es interpretado desde diversas disciplinas mediante un conjunto de técnicas, entre ellas la observación participante, descripción densa, historias de vida, entrevistas, y las microhistorias sobre hechos sociales concretos (una coronación, ceremonia, ritual, juego, o conversación entre otros).

Se sostiene que la cultura es aprendida, no se recibe por herencia biológica, y se representa mediante símbolos, que pueden ser verbales o no, pero que significan algo para quienes habitan el contexto de dicha condición. En tal sentido, el relato oral puede convertirse en una fuente para el conocimiento de una cultura, ya que a través de lo que se dice con las palabras, los gestos, los tonos y los silencios, se pueden transmitir vivencias del pasado y del presente. Conocimiento que el paso del tiempo torna vulnerable debido a la condición ágrafa de las culturas indígenas.

Si lo que se sabe no se resguarda en algún tipo de soporte, lo aprendido se va diluyendo en el tiempo, si además de todo esto, ya sea por motivos de migración o de imposición de un sistema educativo por parte de la sociedad dominante, trasladamos esta realidad a un contexto de lecto-escritura, la situación para el grupo social se tornaría conflictiva, sobre todo para los más jóvenes, afectados por la imposición de una lengua franca y de una escritura que sus familias desconocieron. Si en este ámbito no existiese la posibilidad de construir fondos orales, los niños y adolescentes apenas podrán interpretar lo que sus ancianos, caciques y chamanes cultivaron durante toda una vida de aprendizajes. En algún punto, es similar al entendimiento que se tiene de una cultura teniendo por único parámetro el análisis de un observador participante, conforme pasa el tiempo, a lo que se termina accediendo es a la interpretación de una serie de interpretaciones. Por tal motivo, es crucial el registro del documento primario generado en la biblioteca indígena, como así también la apropiación del soporte impreso, dentro del cual podría considerarse el caso de los libros cartoneros (libros de cartón auto-editados por los propios escritores), como práctica de salvaguarda de transcripción oral.

La memoria oral cumple un papel fundamental para poder determinar la identidad local [Peppino Barale, 2005], los fondos orales se constituyen a través de la oralidad, en donde los informantes apelarán al lenguaje y a la memoria para resignificar el conocimiento tradicional. Para la autora, la memoria oral es un acto de verbalización de la memoria individual o colectiva en su forma más primordial pero referida a una selección de recuerdos de experiencias pasadas, con el objetivo de formular una narrativa histórica que será construida y reconstruida según las perspectivas presentes. La memoria es la raíz de la historia oral, esta última es una narrativa en la que se reconstruye el pasado a partir de los recuerdos del entrevistado, refiere a la producción y uso de fuentes orales para la reconstrucción histórica.

Del trabajo con fondos orales se desprenden tres tipos de registros: los concernientes a la recuperación de conocimiento endógeno mediante entrevistas grabadas, las investigaciones microhistóricas (historias orales recuperadas mediante la producción y uso de fuentes orales en la reconstrucción histórica, incluyendo en este punto las biografías locales) y la documentación lingüística bilingüe con participación activa de las familias indígenas (bajo el entendimiento de una concepción inclusiva interdisciplinaria).

Los trabajos que recuperan historias y conocimientos orales permiten una comprensión más profunda de la vida social y sus actores, aportando métodos, conceptos y marcos teóricos representativos de la condición social de grupos étnicos que por lo general no son considerados en los programas curriculares del sistema educativo, ni son incluidos en la historiografía nacional del país de pertenencia, de allí se percibe un punto de interés para poder fundamentar el fortalecimiento de la identidad indígena mediante el trabajo con fondos orales.

A su vez, lo recolectado en las fuentes orales tiene su origen en la memoria y la subjetividad a través del lenguaje como vehículo de comunicación y socialización de un saber determinado. La memoria oral no representa una narración precisa y completa de los hechos históricos, se trata más bien de una reconstrucción personal, que a su vez sirve de fuente para interpretar sucesos pasados, y que tienen el consenso del grupo social de pertenencia (la verdad sobre determinados hechos es lo que el grupo acepta como tal). Este punto guarda correlación con el entendimiento del mundo mítico-mágico que la humanidad vivenció desde la antigüedad hasta principios del siglo VIII A.C. [Rivera, 2014] donde se aprecia que en el mito la verdad de una afirmación se sustenta en la autoridad de quien la profiere (chamán, cacique, anciano), sin importar que sus sentencias respetaran los principios de derivación lógica (cuando lo expresado proviene de una valoración o deducción coherente con la historia del grupo social, sin tomar en cuenta el entendimiento ajeno a la cultura en relación a elementos probatorios que certifiquen lo expresado).

Una de las cuestiones que permiten ilustrar a los fondos orales como representativos de la comunicación indígena lo constituye los parlamentos comunitarios, que por lo general suelen ser extensos (todos comunican en círculo lo que piensan sobre un determinado tema, finalmente los máximos responsables acuerdan una definición que incluirá cada uno de los matices discutidos en el encuentro). Dichas prácticas han mutado de los multitudinarios coloquios surgidos ante problemáticas diversas (cuidado del agua, invasión de tierras, conflictos tribales entre otros) a las pequeñas reuniones o asambleas dentro de los barrios indígenas (especialmente los centros comunitarios, muchos de los cuales cuentan con personería jurídica). La colección sonora permite tornar visible dicha analogía, registrar lo que cada uno sabe para a su vez comentarlo, recrearlo y completar con su propio saber un conocimiento específico de la cultura, aportando un elemento que resguarda aspectos sustanciales de la identidad cultural de las familias.

En este escenario, cabe señalar que las lenguas no se dan independientemente de la cultura, el lenguaje está íntimamente relacionado con los significados de los conceptos que los hablantes comparten en su proceso de socialización. El lenguaje no es solo un intento de comunicación sino la expresión de una manera de concebir el mundo, la tradición oral se encuentra hilada por el simbolismo y el lenguaje, desde donde se enhebra el conocimiento de los pueblos.

La historia oral es una metodología de investigación que se apoya en técnicas diversas que posibilitan la recolección de narraciones individuales o colectivas, expresiones orgánicas de la identidad, las costumbres y la cultura, la misma permite una reconstrucción selectiva del pasado mediante la memoria y el lenguaje, como método juega un papel importante en la recuperación de la identidad de los grupos sociales y con ello no solo consigna costumbres, vivencias y otras formas de conocimiento, sino que estimula el proceso de valoración del patrimonio colectivo por parte de la comunidad (entender a la memoria como un valor social). Según Barale el estudio de lo local es "ese lugar de resguardo de lo propio de las relaciones intensas y cercanas que se opone al anonimato característico de la vida urbana... [y que] se preocupa por buscar las convergencias, lo compartido, lo homogéneo y no la diferenciación"

De algún modo, todos los seres humanos comparten la necesidad de hallar sus raíces, considerando el entendimiento de desarrollo evolutivo como parte de su identidad, en muchas culturas orales el conocimiento está vinculado con la comunicación, junto con las distintas maneras de cultivar la memoria cultural. Analizando nuestro escenario, la investigación participativa exige una interrelación entre entrevistador y entrevistado, a partir de que el primero debe conocer de antemano el contexto etnográfico en que se sitúa el segundo, para que la historia oral tenga significado es preciso entender quién es el que habla y desde que realidad lo hace. En muchos casos el investigado, consciente de representar la figura de un informante o unidad de análisis, debe hacer el esfuerzo por comprender y aceptar que lo que el investigador intenta es instalar un acercamiento hacia el entendimiento de otra cultura, que no siempre es representativo de lo que realmente comprende y conoce el investigado. Por su complejidad, ciertas investigaciones consisten en “acuerdos” al no encontrar entendimientos adecuados que claramente representen dichas particularidades lingüísticas sociales y culturales. A modo de ejemplo la lingüista Lucía Golluscio (2006) aporta una experiencia de campo (una traducción al castellano de un relato en mapudungun en el contexto de un “Nawel Ngïtram”, tradición oral mapuche) en donde el informante le responde con una media sonrisa “vamos a poner así” lo cual se puede entender como “vamos a ponerlo así, pero se debe interpretar de otra manera”, es decir que propone otras lecturas del relato, aquellas que difieren de lo literal que caracterizan el arte verbal.

La propuesta metodológica de la historia oral como recurso pedagógico da lugar a un acercamiento a las fuentes primarias de la historia local y a un acervo que se encuentra en la biblioteca, centro comunitario o en los hogares de vecinos, familiares y docentes bilingües que conservan y cultivan dicho conocimiento, permitiendo el registro de la memoria colectiva recuperada.

La oralidad posee un carácter colectivo que habilita la conservación y transmisión de la memoria acerca de su historia [Terán Morvelli, 2003], sobre la base de sistemas orales que permiten constituir una memoria colectiva que no solo involucra el conocimiento del pasado del grupo (historia) sino el aprendizaje de tradiciones y normas sociales que permiten la cohesión interna de la sociedad en cuestión. La memoria colectiva se asocia, entonces, a un pensamiento social, a un imaginario colectivo.

En tanto la historia oral, por el mismo hecho de ser una manifestación social de la oralidad, se organiza sobre los principios de ésta. Se transmite a partir de mitos, leyendas, cuentos y relatos acerca del grupo, por medio de la tradición oral. Es un vehículo social que los grupos activan para resguardar la identidad. Para el autor, la memoria histórica se conserva y transmite para reforzar la identidad socio-cultural, permitiendo asegurar la reproducción del conocimiento en la sociedad.

Siguiendo esta línea de pensamiento [Gili, 2009] la historia de vida y el relato oral es testimonio de una realidad distante en tiempo y espacio; al ser registrada adquiere valor documental, se vuelve objeto de estudio e interpretación. La memoria colectiva es producto de un proceso social por el cual se construye sentido respecto del pasado y el presente de cada sociedad. Es al mismo tiempo elemento constitutivo y esencial de la identidad de una persona y de un grupo social. El recuerdo histórico legitima la identidad de un grupo, aunque es conocido que el olvido forma parte de la memoria.

Es pertinente agregar, debido a la complejidad de las relaciones que se establecen entre los estudios de la oralidad, lengua y cultura que, si bien es improbable, tal como asevera Geertz, de pretender posicionarnos “desde el punto de vista del nativo”, para lograr una representatividad del saber comunitario con fondos orales, es preciso considerar las distinciones significativas que utilizan los informantes indígenas. Un documento oral recupera un saber desde la propia verbalización en lengua materna, las intervenciones interdisciplinarias del “observante incrustado” (bibliotecario, antropólogo, lingüista, etnógrafo, investigador) se reducen a completar la información con investigaciones previas a ser contrastadas por los informantes indígenas, agregando o suprimiendo datos, a fin de alcanzar un grado de completitud probablemente inabarcable en este tipo de acervo.

El documento oral solo tendrá utilidad social si respeta y representa esos patrones y esos códigos de la cultura.

Por Daniel Canosa
Imagen perteneciente al: disco Cantos de Origen de la etnomusicóloga Silvia barrios.
Versión completa del documento y bibliografía ampliada en este enlace:
http://librosvivientes.blogspot.com/2021/02/correspondencia-del-documento-oral-en.html
Fecha:5/2/2021

Bibliografía

CANOSA, Daniel (2012). Oralidad y memoria en la construcción social de conocimiento EN: http://eprints.rclis.org/17771/1/Oralidad%20y%20Memoria%20en%20la%20construccion%20social%20del%20conocimiento.pdf

GEERTZ, Clifford. (1973). La interpretación de las culturas. Barcelona: Gedisa

GILI, María Laura. (2009). La historia oral y la memoria colectiva como herramientas para el registro del pasado. EN: file:///C:/Users/g/Downloads/Dialnet-LaHistoriaOralYLaMemoriaColectivaComoHerramientasP-5008055.pdf

GOLLUSCIO, Lucía. (2006). El Pueblo Mapuche: poéticas de pertenencia y devenir. Buenos Aires: Biblos. Selección.