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Hace poco más de quinientos años, las poblaciones originarias de la hoy llamada América recibieron con alegría a quienes en los tiempos venideros serían sus verdugos, enfermedades, violencia, muerte, todo para imponer su modo de vida, había que rezar como ellos, había que concebir la vida como lo hacían ellos.

La relación con la naturaleza que en otrora era desde el amor y con respeto pasó a ser desde la extracción y la explotación, no hubo cómo resistir a la avanzada colonizadora, el modelo de vida impuesto venía a solucionar todo, pero no fue así. Las ideas capitalistas de concentración de la riqueza atentaron contra la vida de los nativos de aquel entonces y de los de hoy, las falsas ideas de progreso (de unos pocos) en pos del sufrimiento de los otros no hicieron más que agrandar la pira de cadáveres del pueblo con sus ilusiones de progreso, la concentración de capital y de los medios de producción no hicieron más que cosificar lo que para muchos de nuestros y nuestras mayores es parte de la propia vida, la madre naturaleza, con todo lo que nos brinda, no es solo un recurso, para nuestra gente lo es todo, la relación con la misma es desde el amor, desde el respeto, para hablar con ella y con los demás seres que la habitan, se hace ceremonia, se pide permiso todo se hace desde el respeto, respeto que nos enseñaron y transmitieron de forma ancestral.

Los vaivenes de la forma de vida impuesta desde la perspectiva capitalista jamás han favorecido a la clase trabajadora o al pueblo en general, siempre se enriquecieron unos pocos. Desde las clases dominantes se han encargado siempre de atomizar al pueblo con falsas ilusiones, espejitos de colores, llevándolo al nivel de cometer acciones suicidas políticamente hablando.

De la conquista de América hasta estos días los pueblos originarios primero y hoy todo el pueblo americano, sufren el avasallamiento de la clase opresora, las cabezas representantes de los países de nuestra América, es decir, los poderes ejecutivos, en su desesperación por acceder a la mínima posibilidad de ser vistos como iguales ante el poder imperial dejan de lado a sus países y a su pueblo con el afán de conseguir una dádiva comercial para beneficiar como siempre a un grupo selecto.

Tal es el caso de nuestra querida Argentina, marcada desde siempre, desde que se conformó como Estado como “el granero del mundo”, un lugar del cual extraer recursos y nada más, el propio Estado se encargó y se encarga de desconocer a su pueblo, en principio, intentó un exterminio bajo el lema de “conquistar el desierto” con el fin de ampliar su frontera agrícola e insertarse al mercado internacional como productora de materias primas.Ese desierto a conquistar estuvo habitado desde siempre por poblaciones milenarias que en más de una oportunidad ofrecieron su vida en pos del bienestar del país, uno puede pensar que no solo se trataba de ampliar la frontera,sino también, de exterminar otro modo de concebir a la vida no tanto desde el tener sino del ser, ser parte de la madre tierra, si somos hijos de la madre tierra, somos hermanos y hermanas y debemos tratarnos como tal.

Finalizado el proceso de conformación del Estado aplastando a todo aquel que no encajaba dentro de los estereotipos en boga del momento, nuestro país, la Argentina, se predispuso a recibir mano de obra barata de países europeos, llegaron muchas personas con el sueño de progreso para vivir, si bien, recibieron mejor trato que las poblaciones originarias, no todos gozaron de ese beneficio, el Estado reprimió una vez más como lo ha hecho y hace siempre a todo aquel que se resista a cumplir sus órdenes, a todo aquel que hace valer sus derechos, gran cantidad de extranjeros padecieron y sufrieron bajo el yugo de un estado opresor que desde siempre protegió a las élites y reprimió al pueblo.

La mirada de las clases político partidarias de turno en cada momento de la historia fueron variando, a veces más cerca del pueblo y otras totalmente en la vereda de enfrente, pero lo que siempre tuvieron en común los distintos modelos de gobierno es su afán de perseguir a todo aquel que se les opone, los métodos de persecución variaron pero siempre estuvieron y están ligados a la violencia tanto física como verbal.

Con la intención de conseguir siempre el buen visto de la potencia imperial de turno, los gobiernos de nuestra región permitieron la llegada del Plan Cóndor por ejemplo promovido por Estados Unidos con el fin de exterminar a todo aquello que se oponga a sus intereses, todo el cono sur sufrió, murió mucha gente, hubieron desaparecidos, la violencia y el dolor se hicieron carne durante todo este periodo, una vez más, el Estado se encargó de organizar la represión, de crear grupos de tareas para cazar a quien consideren su enemigo por el solo hecho de pensar distinto, músicos, docentes, sindicalistas, trabajadores, dirigentes sociales y más personas fueron torturadas y asesinadas bajo el guiño positivo del Estado represor.

El pueblo argentino de un lado y del otro sufrió en su totalidad el avasallamiento de las potencias coloniales a través de los representantes cipayos democráticamente electos cuando no impuestos. Intentos de justificaciones absurdas a todo lo acontecido llueven constantemente desde los medios y las redes, el famoso “algo habrán hecho” no pasa de moda, pensar diferente no justifica lo acontecido.

Calificar al otro, al diferente desde una connotación negativa, viene siendo el fuerte en estos tiempos en donde pensar diferente sigue siendo motivo de persecución, ser diferente también lo es, abrazar una identidad ya sea cultural o de género también genera para quien hoy nos gobierna gran molestia y por esa razón, utilizando el monopolio de la fuerza y el poder que le brinda la posición que ocupa en el poder ejecutivo, persigue, encarcela, reprime y defenestra a quienes considera enemigos, antes eran los pueblos originarios, hoy son todos aquellos que opinan distinto.

El amor por la madre naturaleza no es exclusividad nuestra, todo aquel que la habita, se siente parte de la misma, la cuida y se siente cuidado. Desde siempre, ancestralmente, nuestros mayores nos enseñaron a cuidarla, quienes habitan hoy el suelo argentino también la aman y son parte de la madre tierra. Quienes habitan el actual territorio argentino, es decir su pueblo, la protegen y entienden que es la manera para garantizar bienestar a las generaciones venideras, se podría afirmar que tanto las poblaciones originarias, naciones preexistentes que hoy conforman junto a otras personas de diferentes índoles el pueblo argentino comparten ese objetivo.

Por otro lado, como siempre, está el Estado represor generando y propagando odio hacia quienes protegen su lugar, su modo de vida que no es el que desea el Estado y las potencias imperiales a quienes nuestro presidente no para de saborear sus medias, palabras como subversivo, zurdo, kuka, terroristas, etc., son vomitadas con odio de la boca de quien debería proteger y amar a su pueblo, después de todo es a quien debe representar.

Estos últimos tiempos han sido testigos nuevamente de las acciones de un Estado funcional a las potencias neocoloniales, una vez más en su afán de agradar a intereses foráneos desconoce la preexistencia de pueblos en pos de garantizar tierras que usufrutuarán los de afuera, recursos que beneficiarán a pocos y perjudicarán a todos, una vez más, el Estado Argentino protegerá los intereses de los grandes grupos económicos y no los de su pueblo. Como siempre la violencia está a la orden del día y las justificaciones para utilizarla también.

Hoy es nuestro pueblo, el pueblo Mapuche, el que está siendo utilizado como chivo expiatorio para justificar la avanzada sobre tierras habitadas por nuestra gente pero también por otros integrantes del pueblo argentino. De norte a sur se producen incendios y los culpables según ellos son nuestra gente que habita este suelo desde hace miles de años, que el nehuen de sus ancestros vive en esos bosques, que desde su sentir ama la vida y se siente parte de la naturaleza, que sus niñeces crecen en esos lugares abrazados por el amor de la madre naturaleza.

Invito a quienes sientan que el camino de la violencia y del odio es el mejor a que vea cómo vemos nosotros, a que sienta como nosotros, hace más de quinientos años nos vienen obligando a ver como ustedes y las cosas nunca pero nunca fueron bien para todos.La violencia jamás resolvió un tema sin dejar consecuencias.

Ya no somos solamente el pueblo mapuche, somos parte del pueblo argentino y los actos que se cometen contra nosotros son para con todo el pueblo argentino, hoy se queman sitios sagrados, lugares habitados por todos y ustedes no pierden oportunidad para perseguir a todo aquel que genere conciencia y oposición a sus actos.

Históricamente la cacería de brujas ha sido la excusa para aplastar cualquier tipo de resistencia a la injusticia. Históricamente el odio ha descuartizado al pueblo, agrietando el poder más grande que tiene el mismo que es la unión. Basta de odiar, amemos como nos ama nuestra madre naturaleza, dialoguemos como lo hacemos con ella, somos hijos e hijas de la misma, somos hermanos, dejemos el enojo de lado, conversemos desde nuestras diferencias, construyamos desde el amor un futuro mejor para toda nuestra descendencia.

Señores representantes de los pueblos, referentes sociales, culturales y políticos, escuchen a su pueblo, dialoguen, que la idea de ¨construir un mundo donde quepan otros mundos, donde quepan todos los mundos” no sea solo eso, que sea una realidad.

Como siempre, los pueblos preexistentes, parte del pueblo de la hoy Nación Argentina, los estaremos esperando, convencidos de que el diálogo es el camino, convencidos y convencidas de que el amor puede más que todo, que podemos trabajar juntos para erradicar el odio y la violencia del mundo para construir un futuro con amor dejando de lado rencores pasados, unidos al sentimiento de ser un solo pueblo, una sola humanidad.

Estamos acá para cuidar, para resguardar, somos parte de la solución, no somos el problema, jamás lo fuimos...

Por Eduardo Pincén, Lonko de la Lof Gununakuna Mapuche Vicente Catrunao Pincén.
*Eduardo Pincén es Profesor de Historia
Fecha: 18/02/2025

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