El bibliotecario que colabora en bibliotecas indígenas busca representar, al igual que los chamanes, la idea de hombre-puente como nexo entre diferentes formas de conocimiento

Una de las mayores fortalezas que tiene una biblioteca indígena es el conocimiento de la gente, conocimiento que es preciso recuperar mediante una construcción social compartida entre el bibliotecario y la comunidad, contando en lo posible con la colaboración de radios locales, instituciones educativas, investigadores y representantes de asociaciones indigenistas.

A quienes dominan un saber específico de la cultura, sumado a un entendimiento puro de la lengua materna y a la capacidad de curar con diferentes métodos, se los suele denominar libros vivientes. Acaso la máxima expresión de dicho concepto se aplica en los reconocidos chamanes (mezcla de sacerdote, médico, consejero, mago, brujo y artista) considerado en numerosas culturas como el supremo guardián del conocimiento comunitario, personas (hombres-puente) con ascendencia moral entre sus congéneres, verdaderos líderes espirituales de su cultura.

Su participación resulta crucial en una biblioteca indígena, ya que contar con semejante colaboración implicaría construir un acervo representativo del saber oral tradicional, aseguraría traducciones correctas de los diferentes documentos orales elaborados con los libros vivientes del barrio o comunidad donde se encuentra inserta la biblioteca, permitiría generar un catálogo de plantas medicinales o herbarios, con sus respectivas propiedades, métodos y modos de uso (práctica que se mantiene vigente en las comunidades, incluyendo en algunos casos la utilización de restos de animales y cortezas de árboles). Asimismo los chamanes conocen los relatos en torno a cada planta, con lo cual sería posible recolectar las tradiciones orales que desde el tiempo de los antiguos son compartidas de familia en familia (mención aparte si tuviéramos que incluir las expresiones artísticas que podrían sustentar la idea de una biblioteca-museo).

Los guardianes del conocimiento

El término saman, que en turco-tungus significa "médico", fue implementado por antropólogos europeos quienes por deformación lingüística adoptaron un significado que provenía de los sanadores tradicionales de las área turcas y mongolas del norte de Asia (Siberia) y Mongolia. Sin embargo algunos lingüistas consideran que el vocablo fue tomado del indio antiguo shraman o sramana, que si bien significa debilitado o exhausto, en el mundo espiritual de la antigua India se aplicó a cierto tipo de monjes-ascetas, mendicantes que optaban por la vía de la privación severa como forma de purificación.

El chamanismo ha significado para numerosos antropólogos una de las expresiones más legítimas y significativas de las culturas originarias, incluso hay quienes sostienen que el arte cavernario es una de las expresiones más antiguas de aquel, cuyas imágenes se han asociado con símbolos que ayudaron a recrear el sentido humano de pertenencia a una unidad mayor de carácter sagrado.

La labor de algunos investigadores, mediante un enfoque etnográfico y utilizando métodos de investigación empírica (entre ellas la observación participante, las conversaciones y las entrevistas no dirigidas) ha derivado en el registro de saberes tradicionales dentro de un marco de interpretación donde sea posible la clasificación de conocimiento, bajo un carácter endógeno e interrogativo de la cultura (situación que encierra en sí misma toda una problemática, ya que tal como lo expresa el antropólogo estadounidense Clifford Geertz, el análisis cultural es intrínsicamente incompleto, y lo que es peor, cuanto más profundamente se lo analiza menos completo es), con lo cual resulta indispensable el trabajo directo con los chamanes en relación a los documentos, permitiendo generar el propio acervo, acaso una de las principales características de las bibliotecas indígenas.

Identidad, memoria oral y patrimonio ancestral

Desde la bibliotecología ha sido posible llevar adelante aquello que Geertz denomina “descripción densa”, bibliotecarios que han trabajado con diarios de notas, grabadoras, y cámaras fotográficas, en comunidades donde mencionar sobre las posibilidades de los dispositivos móviles es realmente incomprensible. En la provincia de Chaco aún es común ver a los pio’xonaq (chamanes) deambulando en las comunidades buscando plantas o siguiendo el vuelo de las abejas para encontrar los panales, estos hombres solo resultan conocidos por su entorno íntimo, curando mediante el empleo de técnicas como el soplido, succión, canto y danza, acompañamiento a través de la palabra, utilización de instrumentos musicales o verbalizando consejos.

En muchos casos los chamanes qom suelen callar lo que saben por fuera de la comunidad. El monte es el almacén y la farmacia. El tratamiento cualitativo por parte del bibliotecario habilita la posibilidad de fortalecer la identidad mediante la construcción de una colección genuina, que permita a la biblioteca resguardar del olvido la memoria oral de un grupo humano particular, un verdadero patrimonio ancestral. En muchos casos los bibliotecarios acceden a testimonios de familiares de chamanes, quienes recuerdan anécdotas, consejos, técnicas y destrezas de sus ancianos, con lo cual permiten conformar documentos –apelando a la memoria y el lenguaje– que de algún modo representarán parte del carácter simbólico de su cultura.

Dicha construcción merece ser analizada, ya que en muchas ocasiones a lo que se accede es al recuerdo de un recuerdo que a su vez fue relatado e interpretado por un pariente lejano; por ejemplo conocemos actualmente los violines de lata de la cultura qom (n´viqué) como derivados de los laúdes monocordes que los antiguos paisanos replicaron de los instrumentos de cuerda traídos por los europeos, pero desconocemos el porqué de la necesidad de construir el artefacto (que muchos paisanos qom, a mediados del siglo XX, lo extrajeron de los basurales, adaptando las latas de dulce de membrillo para transformarlas en violines), el porqué de la representatividad (si es que no se trató de una imposición cultural), el sentido de las numerosas leyendas que poblaron el instrumento, el porqué del nombre, que muchos de los actuales qom conocen sin necesidad de interpelar la etimología (y que muchos descendientes apenas registran), entonces a lo que un investigador accede es a la interpretación de una interpretación, en muchos casos relatos de indígenas urbanos recreando relatos de familiares en contextos rurales, es allí que, tomando como parámetro el carácter científico, uno se pueda cuestionar el criterio de verdad, de qué trata realmente ese conocimiento, aun cuando fuimos partícipes -como profesionales de la información- del exacto momento en que se transformó en documento.

Hacia una Casa de las Palabras

La tarea del bibliotecario no consiste únicamente en grabar lo que cada chamán sabe (lo deseable sería contar con el como colaborador permanente de la biblioteca), sino que, por tal motivo, es preciso investigar la bibliografía existente para luego contrastar conocimiento según el testimonio local, dicha tarea requiere un enfoque interdisciplinario donde sea posible analizar los diferentes puentes que históricamente se establecieron entre teorías académicas y conocimientos locales. De algún modo, desde el resguardo técnico del saber comunitario, el bibliotecario debería representar la figura de un chamán, en el sentido de organizar una Casa de las Palabras cuyos contenidos queden documentados para quienes deseen consultarlos, que la posterior ausencia del chamán no signifique la pérdida de semejante patrimonio.

Históricamente, el conocimiento chamánico recién ha sido considerado a partir de los años ‘70 como método de análisis en la etnobotánica, la psicología, el arte y la etnografía, producto del variado entendimiento sobre plantas y experiencias psicoactivas de trance visionario, una sabiduría con carácter oral y artístico, verdaderos cultivadores de imágenes que dominaron diferentes planos de conocimiento desde una condición social vulnerable, y del que los bibliotecarios tienen mucho que aprender.

La tarea no es sencilla, y probablemente resulte por siempre incompleta, pero valdrá la pena si como bibliotecarios pretendemos representar el saber oral de las familias indígenas, teniendo por probable destino la fortaleza de la propia identidad.

Para mayor información sobre este tema:

Testimonio sobre los pi’oxonaq, chamanes de la cultura qom (Página Web). Disponible en:
http://librosvivientes.blogspot.com.ar/2013/10/en-el-ano-2009-conoci-un-libro-viviente.html

En las secciones estáticas de ElOrejiverde.Diario de los Pueblos Indigenas ver:
*Cosmovisión y espiritualidad: Chamanismo y Plantas Sagradas
*La Biblioteca: Bibliotecas Indígenas/ Libros Vivientes

Por: Daniel Canosa
Fecha: 26/03/2024