Los libros vivientes son aquellas personas que conservan en su memoria un conjunto de conocimientos relacionados con el patrimonio cultural intangible de la comunidad a la que pertenecen. Lo que sabe cada libro viviente es representativo de su cultura, de su pasado histórico y de su identidad. Suelen ser considerados verdaderos guías espirituales de su pueblo: Ancianos, chamanes, artesanos, músicos, lingüistas, caciques, aún hoy quedan descendientes en las comunidades, dando consejos a los más jóvenes, curando con plantas del monte, cantando en lengua materna, contando leyendas debajo de un árbol. Cada vez son menos, y no es posible reemplazarlos, alrededor de ellos el mundo gira con cierta indiferencia, sabemos que están pero no los vemos, mientras las lenguas mueren y sus familias apenas pueden murmurar, puertas adentro, lo que aún es posible conservar y resguardar.

Cuando un libro viviente deja de vivir el conocimiento cultivado muere con el, si la biblioteca no tuvo la posibilidad de preservar esa sabiduría, esas destrezas, ese arte, todo aquel patrimonio se pierde para siempre.

Para los bibliotecarios pareciera una tarea sin posibilidad de resolverse, acaso utópica, recoger tiestos destinados al olvido, construir de modo endógeno un simple documento, cuando todo lo que tiene por delante es un territorio devastado por la falta de recursos económicos, políticos y humanos, del desprecio histórico de las sociedades occidentales, del racismo, incluso de los gestos paternalistas. Al bibliotecario comprometido con su rol social le queda la ardua tarea de recoger datos y evidencias, de crear y recrear conocimiento, de producir materiales representativos, apostando al trabajo permanente, colaborativo y asociativo, ya que como profesional de la información tiene la posibilidad de ser testigo de una incidencia enorme en la construcción del patrimonio cultural intangible, que es cuando un conocimiento se transforma en documento. Probablemente se trate de uno de los momentos más significativos en la vida de un bibliotecario, el formar parte de un trabajo cuya construcción permite preservar conocimiento y fortalecer la identidad de un grupo social en condición vulnerable.

Hay una frase que los historiadores atribuyen a Tupac Amarú “de derrota en derrota vamos alcanzado la victoria”, parecería que el destino de los pueblos indígenas estuviera marcado por la conciencia de pertenencia a una cultura de resistencia, y allí es posible ubicar al bibliotecario como un gestor de la memoria defendiendo un patrimonio dentro de una trinchera. La historia indígena de América Latina, es un poco la historia de una controversia, que siglos después aún duele discernir, como las matrices culturales que una vez atravesadas, e inútilmente dirimidas, impidieron la posibilidad de un entendimiento.

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