Entrevista a la etnoeducadora Wayuuu Aminta Peláez Wouliyuu, nacida en las montañas del sur de La Guajira, escritora, autora del libro Guajirita, de la Colección Semilla para comunidades indígenas, un gran aporte para fortalecer la lengua materna en los niños wayuu.

¿Aminta, que significa ser escritora en el universo wayuu?

La escritura, entendida como ese sistema de letras que conforman un lenguaje, se convierte en un ejercicio de transición en la tradición oral y gráfica de los pueblos originarios. En quienes escribimos desde el sentir y pensar de nuestros viejos, recae la enorme responsabilidad del que teje la herencia ancestral; como los diseños que aún permanecen en nuestros tejidos se fueron replicando de una generación a otra, así mismo llevamos con nosotros el tejido de las palabras plasmadas en libros o textos en sus distintas formas.

Ser escritora en un universo cosmogónico tan complejo como el de la cultura wayuu, me desafía a un acercamiento constante con la palabra antigua, con el valor espiritual de los elementos simbólicos, a adentrarme en las profundidades del misterio y re-crear la oralidad para que las nuevas generaciones se apropien de lo que nos han heredado los mayores, su pensamiento, su palabra.

En tu trabajo surge el concepto de oralitor ¿cual es tu entendimiento del término y porqué consideras que surge la necesidad de este concepto dentro del plano de la etnoliteratura?

La oralitura, como concepto y práctica se ha convertido de alguna manera en un término reivindicativo de la tradición oral, como bien sabemos, la historia que nos han contado desde la colonización a través de los textos escritos por historiadores, frailes, conquistadores etc., nos representa una “mirada desde afuera”, teniendo por mucho tiempo a los pueblos originarios como objetos de estudio, lo cual es entendible hasta cierto punto cuando los pueblos estudiados no tienen un sistema de escritura como para contar desde su propia voz sus realidades y verdades al mundo.

Con el inminente renacer de la palabra antigua, reflejado en ese “boom” de escritores indígenas en toda América que a través de sus letras reconocen la oralidad como fuente clásica de los narradores y cantadores tradicionales, pero desde la escritura, me hace entender la oralitura como ese puente entre lo oral y lo escrito, donde ambos se integran y se complementan sin perder su verdadera esencia: Transmitir. Lo considero un nuevo aporte no solo a la etnoliteratura sino a la literatura latinoamericana en general, y es un camino que, si bien se ha emprendido, merece muchos esfuerzos para que pueda mantenerse, teniendo en cuenta que las nuevas generaciones originarias sufren una pérdida paulatina de la lengua materna, sin la cual la tradición oral indígena pierde su espiritualidad, su esencia, su mundo simbólico.

Considerando que has trabajo con la literatura infantil en forma bilingüe, como oralitora ¿que representa la oralidad dentro del proceso creativo?

Lo representa todo, por ejemplo, cuando escribo lo hago pensando en wayuunaiki, que es mi lengua materna, y procuro en el ejercicio mantener el sentido de la expresión para que no se pierda ni la conexión ni la fidelidad de ese sentir y pensar en lengua, que va inevitablemente asociado a una cotidianidad en nuestras comunidades; hay escritores indígenas que no hablan la lengua, sin embargo plasman la cosmovisión ancestral en sus publicaciones, pero insisto en la vital importancia de conservar y fomentar el uso de la oralidad entre la niñez y juventud indígena, de lo contrario, nos convertiremos en escritores de un pueblo y unas tradiciones extintas.

Una vez escribí esto en una red social:

“No soy poeta, sólo pienso en wayuunaiki
y de pronto las cosas simples tienen voces,
el fogón de un lado a otro murmura el canto de la palguarata
mostrando los caminos y anunciando las visitas”

Algunos amigos llaman poesía a estas letras, para mí no lo es, estaba observando la imagen de un fogón con una olla tiznada, esa simple imagen me invoca recuerdos, expresiones, tradiciones que quise expresar en castellano, y como lo metafórico y poético no son independientes del wayuunaiki, suena bonito. Decía mi abuela que cuando el fuego se ondea como si el viento lo soplara de un lado a otro, está anunciando una visita, la misma figura que representan los sinsontes, o palguarata como lo conocemos en La Guajira, el canto insistente de esta ave en cercanías de la casa y hacia una dirección específica también anuncia la llegada de visitas, entonces nos disponemos a hervir el café y colgar un chinchorro bajo la enramada para atender a quien viene en camino.

Desde tu interpretación ¿es posible hablar de poesía indígena? ¿Cuál sería el entendimiento wayuu en relación a este género literario?

Cuando enmarcamos nuestros escritos dentro de un canon hegemónico de la literatura, de alguna manera nos estamos acomodando a un lenguaje universal, como quien no pretende quedarse por fuera, por ello lo considero más oralitura, en esa transición de lo oral a lo escrito o literario. En la tradición oral indígena son comunes los relatos y los cantos, relatos sin distinción ni clasificación en mitos, leyendas, ni poesía; sin embargo, son formas que se van adoptando y gracias a ello han ido surgiendo con los años poetas y escritores indígenas que van contando sus versos libres al universo.

¿Es posible hablar de oralituras como parte del programa curricular en las instituciones de educación primaria, secundaria y/o superior?

Los proyectos etnoeducativos de los pueblos originarios se orientan cada vez más hacia la educación intercultural, la apuesta es lograr que dicha interculturalidad también se pueda vivenciar en los contextos educativos no indígenas; en este sentido, el estudio de la oralitura sería un componente fundamental en el ejercicio de la interculturalidad, ese entender del otro a partir de sus narrativas, pues en ella se origina su cosmovisión del universo.
Lograr posicionar un programa o currículo académico con éste tema es posible porque lo hemos soñado y lo estamos construyendo desde las particularidades de cada contexto, en Colombia se está haciendo el ejercicio, en Argentina también, allí está la esperanza, creciendo, realizándose.

¿Existen experiencias en Colombia en donde el conocimiento de chamanes, ancianos y caciques forme parte del espacio educativo? En el caso que así sea sería interesante incluir algún ejemplo

Los hay, y puedo mencionarte específicamente el caso wayuu. A partir del año 2010 se crearon los centros etnoeducativos en el sur de La Guajira (donde vivo), y con ello empezó a implementarse en las aulas de la básica primaria el Proyecto etnoeducativo de la nación wayuu Anaa Akua´ipa, que es el documento que contiene los lineamientos y orientaciones pedagógicas basadas en un sistema de educación propia en la vida y para la vida, entre las estrategias que propone éste modelo para la reafirmación de la identidad étnica y cultural desde las escuelas, está la representación de los sabedores culturales, que son personas conocedoras de la tradición ancestral que acompañaran al maestro de aula a desarrollar las actividades relacionadas con la cultura indígena, es quien narra historias, quien habla de medicina tradicional, quien enseña las danzas ancestrales etc.

Muchas gracias Aminta

Por Daniel Canosa
Fecha: 29/10/2018