El 22 de Abril ha sido establecido con la finalidad de que las actividades alusivas sirvan para reflexionar sobre la situación en que se encuentra nuestro hábitat planetario. El objetivo es crear consciencia ciudadana sobre la importancia crucial de garantizar la conservación y mejoramiento de las condiciones de vida para la posteridad.

La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca, transcribió una entrevista radial realizada al bibliotecario peruano Alfredo Mires Ortiz, titulada Madre Tierra. Compartimos estas profundas reflexiones de un permanente colaborador del Orejiverde, sobre la cultura comunera y campesina de los cajamarquinos y su relación con la madre tierra en el trabajo de las chacras.

Entrevista a Alfredo Mires Ortiz:

- ¿Cuál es el significado de Madre Tierra?
No me atrevería a hablar de un solo significado. Tendríamos que hablar de muchos, tantos como comuneros relacionados con la tierra hay, pero también porque –más que un significado específico– lo que hay son formas de relación que obedecen al principio que une a la sociedad, al ser humano, con la tierra. Y este principio es una matriz en casi todas las culturas originarias de la tierra; es decir, no es un atributo exclusivo de la cultura andina o cajamarquina, porque no hay cultura primordial que no haya relevado esta relación con la tierra como madre. Pero a la vez hay que decir otra cosa: este principio de relación no es un atributo de culturas arcaicas, como se le suele ver muchas veces, como una suerte de pueblos que se han quedado sumergidos en su pasado. No lo es, no es una señal de atraso: es todo lo contrario. Otra cosa es que algunos pueblos hayan sucumbido o hayan olvidado esta relación. Lo que sí me atrevería a decir es que este es un estado de conciencia superior que permite percibir la relación primordial, es decir, un estado de conciencia superior que permite saber la procedencia misma de la vida y no olvidar nunca el cordón umbilical con todo lo que hay, con todo lo que habita la tierra. Eso podríamos poner como el súmmum de la relación con la tierra como madre.

- Y esta relación peculiar a la que haces mención, ¿se manifiesta de alguna forma peculiar en el poblador rural cajamarquino?
Varias, pero me parece necesario hacer otra suerte de precisión, aclarar que esta no es una cuestión de conceptos. O sea, esta relación con la Madre Tierra o la noción de la tierra como madre, no es una cuestión de ideologías, ni siquiera de raciocinios o de conceptos ligados –en consecuencia–a la razón. Porque esta es una cuestión de filiación implícita, innata. ¿Cómo se explicarían los sentimientos que tiene una persona enamorada? Podemos elaborar figuras, podemos elaborar metáforas, pero definir eso, elaborar un concepto para algo que es tan profundamente emocional, afectivo –o como los sentimientos de un niño por su madre, viéndose amamantado y protegido–.Ese tipo de relación es el que hay que relevar porque, además, ese encariñamiento es el que nos define y nos posiciona. A la vez, y en el caso particular de Cajamarca, bastaría con recordar que más del 75% de la poblaciones campesina ligada a la tierra y, probablemente, a todos los demás pobladores que no están en ese 75%, a todos los demás, nos preceden ancestros también del campo.

- ¿Qué aspectos podrías destacar tú de esta relación entre el poblador rural y la Madre Tierra?
Hay uno básico, elemental, que es el atributo de la crianza: el ser capaz de criar y de ser criado por la tierra. Esto tiene que ver con una cuestión también elemental: los comuneros, los campesinos, producen vida diariamente; no consumen vida, producen vida. Son constantes productores de vida. Esto otra vez no es una cuestión racional: cada día está fecundándose a la tierra, fertilizándose al mundo a cada instante. Esto nos diferencia de una visión consumista; no estoy juzgando, pero es diferente si una persona solo va al mercado, o va al supermercado, recoge,paga, consume, vuelve a pagar, vuelve a consumir…Otra cosa es que uno consuma lo que ha sembrado, lo que ha visto germinar y lo que ha cuidado para que crezca. Es completamente diferente: uno está ligado a esta vida bullente, a esta vida activa constantemente; no es un estante al que uno acude para recursearse. Son dos formas diferentes de vida. Quienes no producen vida por lo general suelen ser incapaces de percibir el entramado del hombre con la tierra. Ahí hay un primer problema. Un hombre, una mujer ligados a la tierra, son ajenos a cualquier soberbia antropocentrista, es decir, a creerse dueños de la tierra, a imponerse sobre la tierra, a explotar la tierra, porque saben que hay que estar acordes para que la mamá tierra responda en su capacidad de amamantar, de criar a sus hijos. Aquí subyace este principio que podemos ver muy claramente en la lengua quechua: para decir tierra decimos pacha, pero también pacha define al tiempo y define lo que está ligado a la tierra; por eso hay un pachatuco, un pachachulco, etc. Pero también el vientre de las mujeres es pach'a, con una ligera variación en la pronunciación, de manera que cuando una mujer que está embarazada espach'ayuq, que significa la que tiene el mundo adentro. De modo que un niño que nace, nace del mundo al mundo. Así se explican las llamadas momias de los antiguos, por ejemplo, que se encuentran curpaditas de modo fetal, de la misma manera como estaban en el vientre de su madre. Esto podemos encontrarlo de una manera impresionante en las lenguas primordiales, como en el aymara, que para decir yo mismo se dice naipacha, que es lo mismo que decir soy tierra. Y en el caso del quechua aquí mismo, la palabra nosotros que es noqancheq, la extensión de noqa, que es como decir yo soy todos y soy todo. No es el aislamiento individualista que suele haber en sociedades que han olvidado sus capacidades de producir vida a cada instante.

- ¿Tal vez es por eso que las personas de la zona rural, cuando hablan mezclan muy pertinentemente el ser y el estar?
Incluso lo que podría parecer a los lingüistas una expresión de ignorancia, tiene que ver más bien con las matrices sensoriales o neurosensoriales–dirían otros– de la forma de entender el mundo y relacionarse con él. Por eso también no hay una direccionalidad del mundo cuando se habla: cuando un comunero cuenta un cuento liga el tiempo pasado, presente y futuro en uno solo; entonces empieza a hablar del pasado pero al mismo tiempo lo presentifica, y al mismo tiempo lo futuriza… o sea, hay una ciclicidad constante. El mundo es un animal bullente, vivo, actuante, dinámico, no es algo que quedó atrás: el pasado es nuestra propia profecía y, en consecuencia, lo que hacemos construye lo que vamos a hacer después.
Pero también existen varias amenazas para la Madre Tierra en estos momentos; estos tiempos están marcados por grandes amenazas.

- ¿Cuáles crees tú que podrían ser esas amenazas visibles, esas amenazas que podrían marcar significativamente a la Madre Tierra?
No por encima, pero esta es muy básica, es la tendencia: la desnaturalización del hombre. Es decir, cuando el ser humano siente como que cuanto más artificial es más realizado resulta; que cuanto más se desliga de la tierra de la que está hecho, más exitoso puede resultar. Esta desnaturalización implica la imposición de una forma cosificante de ver el mundo, de una forma objetalizante de ver el mundo. Es decir, la tierra como un mero recurso manipulable. Y esto lo tenemos a través de la escuela, del sistema jurídico, los medios de incomunicación, etc. La única vez que desde fuera se le atribuye vitalidad a la tierra es cuando, por ejemplo, ocurre unhuayco; entonces empiezan a bombardearnos con aquello de “la furia de la naturaleza”. Hace poco escuché incluso, a raíz de lo de las inundaciones, “el odio de la tierra”, “el odio de la naturaleza”…¡por el amor de dios! Pongo otro ejemplo muy concreto: el hecho que un niño en la escuela puede aprender qué es “el ciclo biológico del agua”, pero no entiende o no aprende a sentir el agua, no aprende a apreciarla, no aprende a respetarla, no aprende a considerarse a sí mismo como hecho de agua. Esa es una amenaza frontal y brutal, realmente, porque se está desarraigando al ser humano de su propia naturaleza mientras que, a contrapelo, en el campo subsisten prácticas que nos ligan constantemente a la tierra. Pongo dos o tres ejemplos: cuando nace un niño en el campo, la madrina–la partera, la señora que recibe al niño– una vez que corta el cordón umbilical, tiene que cargar al niño y ponerlo sobre la tierra (cuidando obviamente de no acostarlo en la tierra misma) para hacer el símbolo de recogerlo de la tierra. No lo recibe y lo limpia y lo cubre de pañales. No, primero tiene que, desnudito, acercarlo a la tierra para agradecerle y, luego, levantarlo. Esto ya lo decían hace muchísimos años Garcilaso de la Vega o Guamán Poma en sus crónicas, pero esa práctica continúa hasta ahora. Esa es una peculiaridad constante, hasta ahora. O, por ejemplo, el hecho que cuando se recogen plantas medicinales uno lleva su agradito al cerro o a la propia planta y a la propia tierra; o cuando hacemos una cosecha de papas, la papa más grande –que es la curpa o el cusao, como se le llama más hacia el norte– se regresa a la tierra; la papa más grande, la más “exitosa” digamos, no se la come la gente, se agradece devolviéndole a la tierra, se la vuelve a enterrar en una esquina de la chacra diciéndole gracias a la tierrita. Es un término de reciprocidad básico. O el caso del All'patapaguikun, la ceremonia de ofrenda a la tierra. Y algo que se da en estos últimos tiempos –también reivindicándose mucho–es el vínculo con el pachaque, con el territorio, con el territorio propio, el retorno constante al pachaque, a la querencia, por parte de quienes a veces tienen que viajar fuera de su tierra, pero después regresan.

- Mencionaste que, lamentablemente, vemos ahora a la Madre Tierra como un recurso; en este sentido, ¿consideras que la actividad extractiva –que se asentó en Cajamarca hace más de 20 años– ha modificado la percepción de los cajamarquinos en torno a la Madre Tierra?
Yo lo vería por ambos lados: ha afectado en un sentido negativo, pero a la vez ha hecho relevar los principios, ha ayudado a que renazcan estos vínculos.

- Profundízalo, por favor.
Primero quisiera señalar algo en lo que se insiste y que a veces no nos percatamos: es la manipulación del lenguaje, la manipulación de los códigos. Por ejemplo, el hecho que se califique a la gente que tiene una visión crítica sobre la situación extractiva como anti. Automáticamente se descalifica, porque los otros no son pro. El “anti minero”... Por ejemplo: Jamás se habla de una marcha “pronaturaleza”. Jamás. El pro no se utiliza; el anti sí.Y el anti es automáticamente descalificador. Osea, se afirma la negación, no se afirma lo positivo. O cuando se dice por ejemplo –que esto es muy común cuando llega una empresa–: “Vamos a darles trabajo”… es como decir que en el campo no tenemos trabajo, es como decir que solo es trabajo lo que implica un rédito contante y sonante de dinero, o que somos una manga de haraganes, que la vida en el campo no es trabajo. Es decir, se azuza una suerte de desprestigio de la agricultura enfatizando que el destino de la tierra es lo baldío; y que es exitoso dejar de ser chacareros y dejar de ser criadores. Por eso es que escuchamos a autoridades nacionales, incluso, decir cosas como “¡Ese señor maneja su ministerio como si fuera su chacra!”, como si la chacra fuera una especie de corralón, como que la chacra no es nada, cuando para nosotros es la expresión tangible de esta relación con la Madre Tierra... ¡¡Por el amor de dios, hay que enjuagarse la boca cuando se habla de la tierrita y de la chacra!!

- Porque la chacra tiene además un orden y tiene una forma de trabajarse…
¡Pero por supuesto! Y ahí está la vida de mis hijos, y ahí está la vida de mi familia, y ahí está la vida de la nación. Sí, ahí está el destino de la nación, también porque somos ancestralmente criadores y esta cultura ha dado los productos que le han calmado el hambre al mundo. En Europa muchísima gente puede creer que las papas son originarias de allá, cuando en los orígenes del siglo XVI el consumo de papas estaba casi prohibido porque era un producto originario de los indios. Este desprestigio de la agricultura va ligado a una destrucción constante del paisaje. De alguna forma se nos dice la tierra es destruible y no pasa nada; llegado el caso se le pone una prótesis, ¡y caballeros!, no pasa absolutamente nada. El impacto es constantemente negativo, supongo que más en los chicos que en los grandes. Pero a la vez esta situación de presión constante ha llevado a que mucha gente revive su conciencia y revive, afirme, la capacidad de ser más críticos en la relación con la tierra, de entender que así no pueden ser las cosas. Yo quisiera creer que hay una especie de reavivamiento de la matriz esencial que nos habita, por principio, con la Madre Tierra.

- ¿Qué le sucedería a una nación cuyas nuevas generaciones consideren que la agricultura es la actividad menos rentable, que es la actividad más pequeña de su país?
El colapso completo, porque la agricultura no solamente es una acción productiva: la agricultura es una cultura, es una profesión, es decir, un acto de fe, es apostar por una forma de fe que implica relaciones profundamente humanas, y formas de comprender la permanencia de la especie humana. Porque cualquier actividad extractiva que implica grandes inversiones de agua, de daños “colaterales”, puede significar también la destrucción de la potencia creadora que nos lleva precisamente a producir y mantenernos. O sea, el asunto no está en si se destruyen 50 hectáreas, el asunto está en si se destruye la memoria de la relación con esas hectáreas, de la relación con la tierra. Es decir, en qué manera nos volvemos incapaces no sólo de hacer producir armónicamente a la tierra, sino además de poder conservarla para que el mundo siga siendo posible con las generaciones venideras.

- En ese sentido, ¿cuán importante es asumir de manera consciente la defensa de la Madre Tierra?
Absoluta, porque lo que viene ocurriendo no solo es un problema cajamarquino. Hay un problema a escala planetaria. El cambio climático es tangible y es irreversible, ya no podemos volver a un siglo atrás cuando todavía teníamos la posibilidad de evitar que este colapso ocurriera. El colapso ya está aquí, ya estamos marchando sobre el colapso, de manera que lo que podemos hacer es parar este suicidio, detener esta tragedia que cada vez es más grande y no nos damos cuenta. Y esto no es una posición alarmista, ni retórica, ni romántica, ni nada de eso: es concreta. Lo dicen desde los científicos más encumbrados hasta el burrito que se resiste a tomar agua contaminada. Proteger la tierra debería ser un principio activo inherente al ser humano. No es una posición ideológica, es una cuestión de inteligencia básica; no hacerlo es ignorancia. No tomar acciones concretas en la propia vida, de sí mismo, en las familias y las comunidades, y las empresas, y los estados y quienes fueren, es una cuestión de ignorancia; y tener una posición adversa es partir solamente de un arraigamiento depredador. De otra forma no se puede entender, porque la destrucción de la tierra la podemos ver a cada momento, está dándose y en todas las prácticas, en diversas situaciones. Los defensores del sistema, de este sistema que ha vuelto al país un exportador de piedras y un sistema económico en el cual las diferencias se han marcado mucho –entre un pequeño grupo de gente que tiene muchos recursos y la gran mayoría del país que estamos lejos de ellos–, han ido moldeando una especie de perfil de lo que sería un defensor de la Madre Tierra, un defensor de la naturaleza.

- En tu forma de ver la vida, ¿cuáles serían las características humanas y las características morales de un defensor o defensora de la Madre Tierra?
Esta situación nos pone en dobles desafíos constantemente, pero hay cuestiones –creo yo– definitivas, y una primaria es que esto no puede ser episódico, no puede ser fruto del entusiasmo momentáneo surgido por las noticias o por la difusión de una posición ideológica. Uno defiende a su madre porque es su madre; uno no permitiría que alguien venga y arroje basura a su regazo, o la ofenda o la tire contra el piso… no se lo permitiríamos. Esta acción es una acción genuina de proteger la tierrita e implica posiciones permanentes, al margen de lo que diga un partido, una iglesia, una posición ideológica o ecologista. Esto es profundo y tiene que ser profundamente enraizado por todos los tiempos. Hay una cuestión de requisito que es la humildad y la grandeza: por un lado, la humildad de aceptar que estamos hechos de tierra, y la grandeza de saber que nos habita su magia. Que estamos hechos de ella misma. Pero también el componente de la indignación y del asombro: la indignación que surge por el hecho que nada nos resulta indiferente. Que lo que pasa con la tierra –que pasa con el agua, que pasa con los nuestros, que pasa con los otros– es nuestra situación. Los otros somos nosotros. Y a la vez el hecho que no debemos dar nada por sentado, que no deje de impresionarnos lo que está ocurriendo; que podamos poner de relieve la indignación y el asombro. Esto implica a la vez otro par de componentes, a veces muy escasos en nuestro medio: la coherencia y la consecuencia. Porque aquí no podemos darnos el lujo de los elitismos o de las candidaturas surgidas por el fragor del momento y de la lucha: esta es una cuestión que le corresponde no solamente a las generaciones pasadas –que honraron la posibilidad de lo que somos ahora–sino por lo que viene después: que podamos concordar plena y humildemente lo que sentimos con lo que hacemos, lo que pensamos con lo que decimos. Y que no renunciemos nunca a ese camino prodigioso que significa ser uno mismo con la naturaleza, con la Madre Tierra.

Por Denis Malpica
Fuente e imágenes:
Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca. Serie Decires y Escritos Nº 4
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com/
Nota: La Red de Bibliotecas Rurales de Cajamarca es una institución sin fines de lucro y constituye un movimiento educativo-cultural sustentado por campesinos cajamarquinos empeñados en el rescate, la revitalización y el fortalecimiento de la Cultura Andina, tomando el libro como herramienta animadora. Esta experiencia se desarrolla a través de diversos trabajos educativos en relación al analfabetismo como tal y por desuso, lo que permite afirmar la capacidad de discernimiento a través de la lectura y su aplicación práctica. Bibliotecas Rurales desarrolla su trabajo desde 1971 en los andes norteños del Perú, a través de un servicio bibliotecario adaptado al medio y conducido por los propios campesinos. El sistema funciona sobre la base del canje de libros, las decisiones de la comunidad, el trabajo voluntario y la ausencia de burocracia. Actualmente suman un promedio de 500 Bibliotecas Rurales ubicadas en las trece provincias del Departamento de Cajamarca.
Fecha: 22/04/2022