Un particular reencuentro de dos referentes y lonkos de sus comunidades, herederas de la tribu del gran cacique de las pampas, se produjo hace unos días en esa ciudad de la provincia de Bs As

Dos comunidades, una historia

Dos veces al año, desde el 2000, miembros del lof Vicente Catrunao Pincén con asiento en San Miguel, Pcia de Buenos Aires y con integrantes en Olavarría, Tandil y Púan de esa provincia , así como en Capital Federal, La Pampa, Córdoba y Neuquén, viajan a la Patagonia para participar de las ceremonia del Nguillatún en sendas comunidades mapuches. Allí reaprenden buena parte de la cosmovisión perdida en ocasión de la destrucción y dispersión de la comunidad ancestral, en noviembre de 1878, en vísperas de la autodenominada “conquista del desierto”.

A fines de abril, uno de los grupos que partía para una de las dos ceremonias anuales desde Capital y San Miguel estaba encabezado por el lonko Luis Eduardo Pincén, quien había decidido hacer noche en Trenque Lauquen, para recibir de parte del historiador local Juan José “Juanjo” Estévez –biógrafo del cacique Vicente Catrunao- el presente de dos pipas ceremoniales realizadas por el mismo, una con destino a Luis y la otra a la regional de La Pampa de su comunidad.

En los días previos al viaje, Estévez le había informado a Pincén que tenía confeccionada una tercera pipa para entregarle también a Lorenzo Cejas Pincén, lonko de la comunidad Cacique Pincén, la otra agrupación de ese apellido originario que actualmente registra el mundo indígena de la Argentina, con sede precisamente en Trenque Lauquen.

Desde hace un tiempo Lorenzo -de ochenta años de edad- está convaleciente de una operación en la que perdió una pierna y se encuentra recuperándose en Trenque Lauquen, su lugar habitual de residencia.

A partir de ahí y a instancias del propio Estévez y de los inal lonko Eduardo Pincén e Isabel Araujo se propuso aprovechar el viaje y la escala en Trenque Lauquen de Luis para concretar el reencuentro de ambos caciques. ¿Y por qué reencuentro? Es que lo que no estaba dicho hasta este momento es que ellos tienen un distanciamiento de años, fruto de caminos, miradas, experiencias y objetivos distintos. Esa historia llevó así a que a través del tiempo se fueran reconstruyendo y conformando dos comunidades, teniendo en cuenta además la diferencia de edad entre los lonkos -más de veinte años- lo que generó derroteros temporales no simultáneos.

Pero lo cierto es que luego de la mucha agua que corrió bajo los puentes, de tantos años de confrontación y desencuentros, Luis y Lorenzo aceptaron la propuesta de reunión, que finalmente se produjo en la noche del 24 de abril.

Una reunión cumbre, intima y afectiva

En la ocasión estuvieron presentes además de los dos caciques, el historiador Estévez, el antropólogo y autor Carlos Martínez Sarasola y María Carripilon, estos dos últimos acompañantes y miembros de la comunidad de Luis en viaje al Nguillatún.

El reencuentro de Luis y Lorenzo fue muy afectivo, no se habló del pasado –salvo la mención a alguna que otra anécdota- y en cambio se disfrutó de ese presente en donde se compartieron ricas empanadas y buen vino, además de las emociones que se sucedieron cuando “Juanjo” hizo entrega de las bellísimas pipas ceremoniales las que a partir de ahi presidieron la velada, como símbolos de equilibrio y espiritualidad.

Los viajeros hicieron noche en el lugar –un cálido complejo de cabañas adonde se aloja por estos días don Cejas Pincén- y a la mañana siguiente, bien temprano, Lorenzo ya estaba esperando sentado en su silla de ruedas con la puerta abierta de su habitación y preguntando ansioso:
-¿ tomamos unos mates ?-
Luis y sus acompañantes debían seguir su camino y entonces sobrevino la despedida. En medio de los abrazos, quedó flotando un pedido de Lorenzo: “Que se repita... y vuelvan”

No sabemos de aquí en más como continuará esta historia, que a simple vista aparece como pequeña, pero que tiene seguramente implicancias profundas dada la rica historia de la tribu de Pincén desde el siglo XIX y hasta la actual continuidad en nuestros días. Sin embargo tampoco importa demasiado. Lo que sí está claro es lo que sucedió aquella noche, un reencuentro importante, reparador, superador de diferencias, aún aunque ambas comunidades sigan sus respectivos caminos, como hasta ahora.

De lo que si estamos seguros es que esa noche el espíritu de Vicente Catrunao Pincén también estuvo presente, muy probablemente complacido de que estos dos lonkos herederos de su historia pudieran nada más –y nada menos- que darse un abrazo.

Por ElOrejiverde
Fecha: 9/5/2017