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Una original muestra en La Paz, Bolivia, propone desde el arte la convergencia de tradiciones, en la idea de que el Buen Vivir puede y deba tener una aplicación y una conceptualización fuera del mundo andino, del que es originario

Das gute leben es la traducción al alemán de lo que en aymara se dice suma qamaña y en español vivir bien. Pero ésta es solamente la equivalencia de las palabras. Traducir el concepto resulta muchísimo más complicado, porque existen grandes diferencias (aunque también similitudes) entre las culturas, y porque “la idea de vivir bien es etérea, como cualquier asunto filosófico”, según asegura Galo Coca, curador de la exposición Buen Vivir Bien. Artes Visuales Contemporáneas, que se inauguraró en el Museo Nacional de Arte (MNA), que él dirige. La muestra resulta del trabajo que el Instituto Goethe de Alemania y el museo han realizado durante cuatro años con 15 artistas de Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela. Cuando cierre en La Paz, el 3 de abril, Buen Vivir Bien pasará por Santa Cruz y Sucre para después viajar a Ecuador, Colombia, Venezuela, Chile y Alemania.

El director del Goethe en Bolivia, Michael Friedrich, explica que su institución “ya no importa cultura desde Alemania, ahora crea redes en América Latina”. Por eso, en 2011 organizó un taller en La Paz al que acudieron representantes de varios pueblos indígenas de Sudamérica y los artistas que ahora van a exponer sus fotografías, videos e instalaciones. Charlaron e intercambiaron ideas sobre el vivir bien para ver cómo podría representarse el concepto a través del arte. A partir de ahí, los cuatro curadores de la exposición —Coca y José Bedoya por el MNA, y los alemanes Andreas Rost y Michael Biedowicz— colaboraron estrechamente con los artistas para ir poco a poco dando forma a sus obras.

Los trabajos se han planteado, más que como discursos terminados, como reflexiones. “No queremos tener la última palabra sobre el concepto del vivir bien. Queremos aportar desde el arte contemporáneo a que se revisen las tradiciones y a encontrar su pertinencia hoy”, aclara Coca. Porque el suma qamaña puede y probablemente deba tener una aplicación y una conceptualización fuera del mundo andino, del que es originario. Rost, un fotógrafo muy reconocido en su país, explica que “los artistas y los filósofos jóvenes europeos también buscan sacar al hombre del centro del universo, y seguro que se interesarán por lo que se hace acá”. Ya hay iniciativas, como la que destaca Friedrich: “La Fundación Heinrich Böll ha publicado en Alemania dos tomos de 300 páginas cada uno sobre el vivir bien”. En otros países de Europa colectivos políticos, filosóficos y artísticos se fijan en el suma qamaña para plantear alternativas al sistema capitalista, más ahora que se encuentra en una profunda crisis.

Entre muchos artistas del resto de Sudamérica existe el interés por trabajar la idea de vivir bien, aunque en sus países el ambiente tenga poco en común con el que se respira en Bolivia, según explican algunos de los que participan en esta exposición. El venezolano Édgar Moreno se lamenta: “En mi sociedad no tenemos el concepto como lo manejan ustedes, es muy fuerte nuestro apego al capital y el individualismo. Y eso de los derechos de la Madre Tierra, ni soñarlo: pesticidas con ella”. Susana Arwas también es de Venezuela y opina que allí “el culto a lo material prevalece, haciéndonos olvidar la importancia de convivir con respeto y solidaridad”. El ecuatoriano Gato Villegas sí encuentra una relación entre los conceptos de buen vivir que se manejan en su país y Bolivia, debido a que las culturas indígenas tienen peso en ambas sociedades, pero considera que en Ecuador “hay un manejo demasiado político de algo que debería basarse mucho más en lo subjetivo, en lo personal”.

Moreno aporta a la exposición El tímpano oculto, una instalación sonora con música de su propia orquesta que relaciona el vivir bien con la inmanencia a través de una vieja maleta alemana sobreviviente a un bombardeo, que él llena con elementos de la cultura popular venezolana. Arwas retrata de una forma muy personal a los motopirueteros, un grupo de motociclistas de Caracas que han revertido la mala imagen que siempre se había tenido de ellos gracias a un efectivo trabajo social con los jóvenes de los barrios desfavorecidos. Villegas dedica su trabajo fotográfico a retratar hogares llenos de vida.
Los diez artistas bolivianos que participan en la muestra representan “las marcadas diferencias en cuanto a cultura, economía y territorio en nuestro país, que se notan al contemplar cada proyecto”, según Coca. Ana Orelías ofrece una mezcla de documental y ficción para ayudar a que un individuo recupere el contacto con su familia perdida en el contexto de la migración. Wara Vargas, fotoperiodista de La Razón, presenta una historia sobre dignidad, convivencia y territorio que creó dentro de su trabajo periodístico y que ahora ha actualizado y modernizado al reencontrarse con una mujer a la que retrató diez años atrás. El cochabambino Álvaro Gumucio hace una travesía por el Chaco para hallar una realidad muy diferente a la idílica y retratar una forma de vida muy particular. Glenda Zapata utiliza el tema de la muerte y hace una interpelación directa a los transeúntes de la que surge un trabajo en video. También recurre al video José Arispe, quien mediante una performance nos habla de una forma muy específica de ver la realidad desde una filosofía andina.Estos pensamientos y sentimientos tan propios de los Andes llegarán hasta Berlín, donde dentro de unos meses se presentará Buen Vivir Bien. “Lo que va a pasar en Berlín con el público, por el momento, es un misterio. No sabemos cómo va a reaccionar, pero espero que entienda la parte importante del mensaje y lo vea de forma positiva, mucho mejor de lo que a ratos pienso que va a ser”, dice Rost. Al curador le parece que en las ciudades sudamericanas en las que se va a contemplar la exposición, el público se sentirá más cercano porque tiene más contacto con las realidades que se tratan. Coca espera que la reflexión que proponen las obras ayude a los alemanes, “que están buscando las respuestas que las innovaciones tecnológicas no les han podido dar”. “La economía ha deshumanizado muchas cosas y necesitan reencontrarse con los individuos y la comunidad” para reconstruir o replantear las cosas. Estas búsquedas son producto del tiempo que vivimos, se corresponden “con una contemporaneidad en la que ya no hay absolutos ni hegemonía y en la que tenemos que dar paso a las individualidades, para que surjan nuevas oportunidades”.

Para facilitar este tránsito entre cosmovisiones, la exposición ofrece un amplio catálogo en español y alemán en el que —además de los curadores— aportan textos reflexivos, y aclaradores varios expertos e investigadores como Maru Villanueva, David Portilla o la colombiana Andrea Garzón. Junto a la exposición, en el MNA se va a instalar una sala en la que, anuncia Friedrich, durante los días que dure la muestra “van a pasar cosas: charlas con los artistas, con algunas instituciones que normalmente no tienen muchos espacios, asociaciones civiles, la fundación Konrad Adenauer…”. Estas actividades quieren completar el discurso meramente artístico y sacar provecho de las sugerencias que ofrece el catálogo, pero está aún por decidir el programa concreto. Cuando la exposición viaje, en cada ciudad que visite se van a organizar actividades de este tipo, aunque ajustadas a la realidad del lugar, porque “queremos que no sea una copia de lo de aquí, lo que, además, nunca podría ser”. Y no sería posible porque cada cual, ya sea un individuo o toda una sociedad, tiene su propia idea de lo que es o debería ser el suma qamaña, el vivir bien. Lo que se espera lograr con esta experiencia internacional es que, igual que están haciendo los artistas, los espectadores de diversas culturas aporten a la búsqueda con sus ideas y, sobre todo, con sus preguntas.

Por Jose Emperador
Fuente La Razón. Daiario nacional de Bolivia
Fecha: 6/3/2016

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