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Datos biográficos poco conocidos revelan el posible origen indígena del general.

San Martín perteneció a una generación de patriotas que en el periodo comprendido entre las invasiones inglesas y aproximadamente el 1820, pensó un país con los pueblos indígenas: Castelli, Moreno, Belgrano, Dorrego, Güemes, Artigas, son algunos de los nombres de ese periodo revolucionario que intentaron construir una nación plural.

Algunos pocos ejemplos de su accionar así lo confirman: en el Tucumán de 1816, impulsó los principales contenidos de las proclamas de la independencia dirigidas a los pueblos indígenas del Noroeste y el Litoral; en 1919, la ya legendaria Orden General del 27 de julio instaba a sus “compañeros” del Ejercito de los Andes “a no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre” y “a hacer la guerra del modo que podamos” y “sino andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios”. En el proceso libertario del Perú, establece el decreto de derechos igualitarios de 1821 por el cual considera a los indios o naturales como hijos y ciudadanos de aquel país.

Pero el caso de San Marín va todavía más allá, porque a su pensamiento se le agrega el plus de una historia oficial respecto a sus orígenes, que hoy está puesta seriamente en duda. Investigaciones como la de Hugo Chumbita dan cuenta de la posibilidad cierta de que el nacimiento del Padre de la Patria haya sido fruto de un romance entre Rosa Guarú, la paisana guaraní que fue su ama de leche y el español Diego de Alvear.

Su sola presencia siempre despertó en los círculos de poder de Buenos Aires envidias y rechazos a veces no tan ocultos y por causas muchas veces discriminatorias. Solían llamarlo despectivamente “el chino” y “el cholo San Martín”, por su piel más oscura que blanca, lo cual fue refrendado por testimonios insólitos como el de Juan Bautista Alberdi quien escribió impactado luego de conocerlo en Francia en 1843: “yo le creía un indio, como tantas veces me lo habían pintado, y no es más que un hombre de color moreno”

Lo cierto es que a lo largo de su corta pero intensa vida social y política en las tierras sudamericanas, el general dejó traslucir más de una vez la posibilidad de que aquella sospecha acerca de su origen fuera cierta.

En las vísperas del cruce de los Andes, y como parte fundamental de su estrategia en Cuyo, decide afianzar el vínculo con los pehuenches del sur de Mendoza, para lo cual mantuvo con ellos dos parlamentos: uno en septiembre de 1816 en el Fuerte San Carlos, adonde la delegación indígena de una cincuentena de caciques y capitanejos fue encabezada por el cacique Necuñán. El lenguaraz fue el fraile Francisco, “capellán de conversos”, “el indio Ynalicán”, de origen pehuenche, cura del Fuerte, y hombre-puente entre San Martin y los aborígenes.

El segundo parlamento fue a fines del mismo año esta vez en el mítico campamento del Plumerillo. Aquí actuó como lenguaraz el indio Guajardo y se confirmaron las alianzas de septiembre para el resguardo de los pasos del sur de Chile, antes del cruce de los Andes. El parlamento se celebró una vez más en el círculo ceremonial, sentados en el suelo y fue esta la ocasión en que San Martín les dijo a los caciques su famosa frase “Yo también soy indio”

Los parlamentos fueron acompañados de ceremonias, rituales y celebraciones que duraron entre seis y ocho días. San Martín compartió con los pehuenches el sentarse en círculo a la usanza indígena, mirándose a la cara entre todos, y respetando el símbolo ancestral de la totalidad expresado en el círculo. Lo que sucedió en esos dos encuentros lo sabemos de su propia pluma cuando respondió la solicitud de su amigo y oficial del Ejército de los Andes, el general inglés William Miller, a la sazón escribiendo sus memorias, de completar un largo cuestionario respecto a los pehuenches. Ricardo Rojas también transcribe en uno de sus libros aquella reveladora frase de San Martín y la algarabía de los pehuenches luego de haberla escuchado. Otra fuente es también el coronel Manuel Olazábal, que acompañó a San Martín desde los trece años en el Regimiento de Granaderos y después como oficial en el Ejército de los Andes, y quien narra en sus memorias que él escuchó de la propia voz del general la frase “yo soy indio”. Los testimonios aseguran que esa frase de San Martín fue acompañada por otro comentario muy sugestivo que hizo en la ocasión respecto de los pehuenches como dueños de esos territorios: “debo pasar los Andes por el sud, pero necesito para ello licencia de Uds. que son los dueños del país”

Es muy probable que en esos días de parlamentos y ceremonias, los pehuenches hayan ejercitado el atributo del “ver”, que es algo más que el simple mirar, yendo a las profundidades de la persona, captando de ella sus talentos y cualidades más notables, su verdadera esencia. En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires se conserva una prenda excepcional que perteneció a San Martín y que le fuera regalada por los mapuches o quizás por los pehuenches de Mendoza en ocasión de los famosos parlamentos. Lo cierto es que este poncho es una prenda única, de un color y unos diseños con un lenguaje simbólico que trasciende a las palabras, y que transmiten un mensaje para su portador y para todos aquellos que sepan leer y decodificar esa simbología ancestral. Esta es una de las particularidades del denominado “arte originario”: el poder transmitir mensajes a través de otro lenguaje: el de los colores, de los diseños, de las formas.

El historiador chileno Pedro Mege Rosso en un muy interesante trabajo de investigación sobre los significados de esa prenda tan especial, sugiere luego de analizar los colores y los diseños, corriendo el velo de la simbología profunda encerrada en ellos, que para los pehuenches, San Martín era algo más que un reconocido jefe guerrero, era un hombre con atributos que lo acercaban a lo divino, un hombre de luz.

En vísperas del cruce de los Andes los pehuenches entablaron una relación más que cercana con San Martín, a quien consideraron un hermano, seguramente estimulados por el propio general, que terminó confiándoles que él también era indio. ¿Metáfora? ¿Realidad? ¿Sospecha del propio San Martín sobre su verdadero origen? Lo cierto es que en aquellos días memorables el general compartió como un igual los parlamentos, las discusiones, los interminables discursos, las celebraciones, sumando a la causa libertaria americana a los originarios que confiaron en él, al que llamaban simplemente “el indio San Martin”.

Fuente: El Orejiverde
Fecha: 17/08/2015

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