Una mirada crítica acerca del actual momento del liderazgo indígena

Dentro del imaginario colectivo existe la idea de que un cacique es una autoridad todopoderosa con absoluto control de las personas y los bienes de su comunidad. Quizás esta idea provenga de la antigua Roma donde líderes como Atila o Alarico eran vistos como bárbaros cuando en realidad no lo eran ni ellos ni sus pueblos y si los romanos.

Esa construcción la hemos visto en todos los lugares adonde los colonizadores europeos -sean del pueblo que sean- llegaron. Ellos necesitaron estereotipar a los pueblos y líderes que querían someter para poder justificar sus acciones. Y lo lograron a tal punto que todavía hoy sus fantasiosos relatos son parte de la historia.

Esta es una parte del problema. La otra es que muchos de los actuales líderes indígenas creen esta historia de manera tal que repiten el modelo que Occidente les enseñó. No importa si están calificados o no o si son representativos de sus pueblos y comunidades. Su único interés es estar en el centro del poder político y si hay dinero mejor.

En la otra punta del ovillo se encuentran las comunidades y el resto de nuestros hermanos, muchas veces ajenos a los manejos de estos pseudo representantes que a nombre de ellos colaboran con la elaboración de legislaciones que muchas veces van en contra de los intereses de los pueblos indígenas.

Conocido es el caso de aquellos que por una 4x4 y un poco de dinero permiten la explotación petrolera, minera, y la expansión de la soja.

Hace años que nuestros pueblos sufren tuberculosis, mal de chagas, hambre y desnutrición mientras los supuestos dirigentes solo se miran el ombligo, preocupados nada más por quedar bien con el gobierno de turno.

No saben nada de educación pero opinan. Nada de salud pero opinan. Nada de nada pero opinan. Solo les interesa su imagen y seguir parasitando a un movimiento que no los necesita.

No son humildes, algunos ni siquiera son indígenas pero se visten para la ocasión. Se visten como indígenas pero no lo son, pues no saben lo esencial: que para ser indígena uno debe serlo por dentro de acuerdo a sus pautas culturales y a su cosmovisión.

Creen que gritando Jallala o Marici Weu les alcanza. Sin saber nada de la whipala la ondean en cualquier ámbito.

Trabajan de indio y con sus acciones no hacen más que profundizar el trabajo de aquellos que viven de nuestra pobreza como pueblo en vez de solucionarla.

Un líder está al servicio de su gente, no hace nada sin consultar a su comunidad, si no sabe dar respuestas debe dar un paso al costado dejando su lugar a quien sepa dar soluciones, no debe ser necio y su camino es el de la sabiduría a la que llegará cuando su gente se lo reconozca.

En estos malos momentos necesitamos más que nunca de los buenos líderes y de comunidades fuertes que sean libres de interpelar a todos aquellos poderes que las quieran someter. A estas comunidades no las hacen los líderes, las hace la gente. Por eso es nuestro deber ayudar a liberarlas de todos los males que padecen. Necesitamos más hermanos y hermanas y menos caciques.

Por Luis Eduardo Pincén
Fecha: 9/1/2017

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