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El artículo ofrece una reseña sobre dos líderes arhuacos que tuvieron un papel trascendental en las movilizaciones sociales ocurridas a principios del siglo XX en las comunidades indígenas de la Sierra Nevada de Santa María.

Repasar sus historias de vida en los actuales contextos otorga elementos para comprender el sentido de las resistencias llevadas adelante por los diferentes movimientos sociales de origen obrero y campesino

Tras casi tres décadas de implementación de un multiculturalismo neoliberal, hoy por hoy se advierte una marcada atomización de las luchas emprendidas por los distintos movimientos sociales, que se expresa en que cada uno de ellos, desplegando unas narrativas sobre sus derechos específicos que muchas veces no son incluyentes con las demandas de otros sectores sociales subalternos con los que se ha compartido una historia común de exclusión y expolio, han terminado encapsulados en compartimentos estancos acotados por sus propios referentes, lo cual lleva a que por encima del necesario diálogo genuino y recíproco se privilegie una mera puesta en escena de monólogos que van y vienen sin llegar a interpelarse mutuamente. Sin embargo, se precisa destacar que décadas atrás esta situación era muy distinta y las luchas de los movimientos sociales se entrelazaban para, recíprocamente, potenciarse entre sí.

En este contexto de hermanamiento de luchas obreras, campesinas, afrodescendientes e indígenas, emergen las figuras de dos inmensos líderes Arhuacos que tuvieron un connotado papel en las recurrentes movilizaciones sociales que sacudieron al país en las décadas de los años 20 y 30 del siglo pasado y que sin nunca dejar de denunciar con vehemencia la situación por la que atravesaban los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, se imbricaron activamente en diferentes dinámicas sociales de origen obrero y campesino. Nos estamos refiriendo a César Niño y a Juan Bautista Villafañe.

La Liga Indígena de la Sierra Nevada

En la amplia red de relaciones y vínculos que tanto César Niño, militante del Partido Comunista de Colombia (PCC), como Juan Bautista Villafañe construyeron a lo largo de varios años de trabajo organizativo con distintos sectores sociales y políticos del país, se encuentra el origen mismo de la fundación en 1944 de la que sería una de las primeras organizaciones indígenas creadas en Colombia, la Liga Indígena de la Sierra Nevada, cuya creación se dio en buena medida gracias a la solidaridad y a la orientación de la Federación de Trabajadores del Magdalena, organización sindical con la que desde fines de la década de los años 20, cuando los Arhuacos dieron refugio a los obreros que huían de la persecución militar tras la fatídica masacre cometida por el ejército en la plaza de Ciénaga en la noche del 6 de diciembre de 1928, tenían contacto y comunicación.

La Liga Indígena de la Sierra Nevada, cuyas primeras acciones se orientaron a denunciar el etnocidio que la presencia de los misioneros capuchinos estaba ocasionando, definió, entre otros, los siguientes objetivos: (I) poner fin al servicio personal obligatorio, (II) exigir el nombramiento de Arhuacos en los cargos de inspectores de policía y de maestros, (III) prohibición de la venta de tierras a los no indígenas o “bunachis”, (IV) fundación de escuelas propias y autónomas, y (V) acabar con la persecución que se había desatado contra los Mamos y su rol como hombres de conocimiento.

La Liga Indígena de la Sierra Nevada de Santa Marta, y por supuesto la labor realizada por César Niño y Juan Bautista Villafañe, hacen parte de los antecedentes de la creación en 1972 de la organización que hoy se conoce como Confederación Indígena Tayrona (CIT).

Juan Bautista Villafañe, a la altura de los grandes líderes indígenas del Cauca

Juan Bautista Villafañe Maestre (1895-1965), conocido con el nombre tradicional de Duane, fue un destacado líder indígena que concentró sus esfuerzos organizativos en denunciar la destrucción de su cultura a manos de la misión capuchina y el modelo educativo etnocida que imponían a los niños y niñas, a quienes prácticamente arrancaban por la fuerza de su entorno y le cortaban cualquier tipo de vínculo con sus tradiciones, convirtiéndolos así en ignorantes de su propio universo cultural. Nunca pisó una escuela pero logró hacerse a una formación nada despreciable que bebía de dos fuentes: en primer lugar de la sabiduría de su propio pueblo y en ese sentido, gracias a su reiterada inmersión en el mundo ritual de los Mamos, llegó a tener profundos conocimientos de medicina tradicional y de astronomía, y en segundo lugar, fue un autodidacta que aprendió lo básico para defenderse en el seno de la sociedad mayoritaria en las luchas que emprendió para salvaguardar los derechos de su pueblo.

Debido a su activa oposición a la nefasta presencia de la misión capuchina en la Sierra Nevada varias veces terminó preso, primero en Valledupar, luego en Santa Marta y, finalmente, en Bogotá, en donde entró en contacto con el líder Nasa Manuel Quintín Lame Chatre, quien adelantó varias gestiones para que fuera puesto en libertad, lo cual, a la postre consiguió.

En una selección que de reconocidos revolucionarios colombianos de los años 20 elaboró el intelectual anarquista Biófilo Panclasta, la cual fuera publicada en 1928 en el periódico bogotano Claridad, éste se deshace en grandes elogios situándolo en un pedestal junto a dos grandes líderes indígenas caucanos y baluartes referenciales del movimiento indígena colombiano, el primero Totoró y el segundo Nasa: José Gonzalo Sánchez y Manuel Quintín Lame Chantre. Sobre el particular escribió lo siguiente:

“Como José Gonzalo Sánchez y como el indio Quintín Lame son ellos tres la augusta trinidad de la raza aborigen que hizo temblar con Láutaro y Manco Capac, a la España inquisitorial y goda. Su labor en la Sierra Nevada no tiene parangón en los esfuerzos humanos por la emancipación de los oprimidos. Como los esquimales, la nieve de la Sierra es su refugio, y allí como el héroe de Nicaragua, resistirá las hordas de traidores, que en nombre de la religión, el liberalismo y de la patria negocian con el honor de la raza y venden al yanky insolente la madre de todos: ¡Colombia!”.

César Niño, exponente del comunismo indígena

De otro lado, en enero de 1938 se desarrolló en Cali el Tercer Congreso Nacional del Trabajo en el que tuvo una muy destacada participación el líder Arhuaco y militante del Partido Comunista de Colombia (PCC), César Niño, quien asistió a ese evento representando a los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. La presencia de este líder indígena tuvo un amplio despliegue mediático, lo que permitió que pese a los 80 años transcurridos hasta hoy desde que se hizo este evento, se puedan presentar algunos extractos de las entrevistas que dio para Tierra, periódico obrero y popular de la capital del Valle del Cauca, publicadas en sucesivas entregas entre enero y febrero de ese año, las cuales fueron recogidas por el historiador Orlando Villanueva Martínez en un artículo publicado en 1993 por la Universidad Nacional de Colombia en el Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura.

Como es lógico suponer toda la experiencia acumulada adquirida por César Niño en sus múltiples viajes y, sobre todo en su estrecho contacto con las dinámicas organizativas de obreros y campesinos, sirvió para cimentar las bases sobre las que, posteriormente, se levantaría toda la arquitectura organizativa del pueblo Arhuaco.

Entre los múltiples reportajes realizados al líder arhuaco, seleccionados en esta ocasión por Juan Carlos Gamboa Martínez, se desprenden algunas reflexiones que marcaron el pulso de las luchas sociales emergentes, como por ejemplo las siguientes:

“[…] — Me interesa hablar contigo de tu pueblo, de sus tradiciones y costumbres.

“— Comencemos entonces por el principio —responde César recogiéndose un tanto—. En la Sierra Nevada habitan tres pueblos indígenas que conservan vivas y definidas sus características de nacionalidades. Son ellos el arhuaco (al cual yo pertenezco), el Kággaba y el Arsario. Todos con su idioma particular, sus costumbres e historia. Y otra nacionalidad, la de los atanqueros que a semejanzas de los indígenas del Tolima y de considerable parte del Cauca, se hallan ya asimilados por la llamada civilización blanca, habiendo perdido su propia lengua y la mayor parte de sus peculiaridades nacionales.

“— Lo que cuentas, ¿significa que en la Sierra existen diversos gobiernos indígenas, es decir, que los pueblos viven independientemente uno del otro?

“— No, camarada —interrumpe Niño—. De nuestras naciones, que antes fueron poderosas y que ocuparon extensos territorios de lo que hoy son tierras colombianas restan sólo 4.000 indígenas arrojados a la Sierra por la barbarie de la conquista española. Este hecho ligó fuertemente a las nacionalidades a las que me refiero. Por ello desde remotos tiempos nuestras tribus se rigen por un gobierno común, por un cacicazgo de nuestros miembros, al cual obedecen los treinta y cinco poblados que en la Sierra existen.

“Tenemos pues, una jefatura colectiva. Los caciques transmiten a sus hijos el derecho de gobernar. Y, naturalmente, los niños destinados para el mando reciben desde pequeños una educación especial. Se les enseña los tres idiomas de la Sierra, aprenden a leer los signos y recogen, cuando llega la hora de ejercer el poder, las tradiciones y secretos de nuestros pueblos. De cada generación se educa determinado número de muchachos para el mando. Así, cuando un cacique muere sin dejar descendencia, uno de sus discípulos lo reemplaza. Debo decirte, camarada, que aunque cada uno de los caciques conoce los lugares donde se ocultan nuestras riquezas, nada de eso le pertenece. Ellos son los depositarios y defensores de la riqueza colectiva, solamente.

“[…] — Hablas de festividades. ¿Pudieras decirme a qué fiestas te refieres?

— Sí, camarada. A fiestas especialmente religiosas, que celebran nuestros pueblos. Los indígenas tienen una religión más racional que la de muchos llamados civilizados. Es una religión naturalista. Para ellos la naturaleza es la madre suprema y la suprema fuerza. Por eso a ella le rinden sus homenajes. Así, por ejemplo, la principal fiesta indígena tiene lugar en el mes de mayo, cuando en la Sierra Nevada comienza el florecimiento de las plantas, y los caminos, valles y montañas se esmaltan de flores y pájaros. Entonces se baila durante varios días seguidos, se bebe y se cantan y tocan nuestras canciones y músicas nativas.

“— ¿Cuáles son las costumbres más dignas de destacarse?

“— Indudablemente las que hacen referencia al estado social de los indígenas. En nuestros pueblos la soltería está prohibida. Las mujeres gozan de iguales derechos que los varones, y a ambos se les educa de igual manera, hasta pasados los quince años, en que se casan por medio de un rito especial y característico. Los recién casados continúan viviendo en casa del padre de la mujer, quien les ayuda a formar su propia heredad, y de cuyo lado sólo se apartan cuando el mayor de los hijos que les haya nacido llega a los diez años, es decir, cuando éste está en edad de comprender y obedecer a sus padres.

“— Respecto a la economía indígena, ¿qué puedes relatarnos?

“— Algo que va a interesar mucho a los lectores de Tierra. Es lo siguiente: nosotros los indígenas de la Sierra Nevada tenemos cada uno nuestra propia parcela dentro del respectivo Resguardo, que cultivamos independientemente para nuestro personal beneficio. Pero —y esto es lo importante— conservamos también formas comunales de explotación de la tierra, entre las cuales te señalo la obligación que tenemos de cultivar colectivamente ciertas zonas cuyos frutos están destinados al sostenimiento de nuestros ancianos y niños huérfanos. Por eso las tesis comunistas de socialización de la tierra en una etapa superior de la revolución, no nos asustan. Algo de eso conservamos nosotros desde remotos tiempos. En la Sierra tenemos también numerosísimos rebaños de ovejas, de una raza especial, cuya lana les arrastra por el suelo al caminar. Son tantas que su carne es base de nuestra alimentación. La lana se pudre, pues es más de la que nosotros necesitamos, y la falta de caminos hace imposible sacarla a los mercados.

Se conocen otras definiciones de este representante moral del pueblo arhuaco, cuestiones que hacen a la organización sindical de las comunidades, al conocimiento de las leyendas originarias y las diversas propuestas que los paisanos presentaron en el congreso colombiano, entre ellas la demarcación territorial de la Zona Indígena, la abolición del orfelinato de los Capuchinos y creación de escuelas propias, la apertura de caminos carreteables en la Sierra Nevada y la constitución de una cooperativa indígena de consumo y crédito. Resulta toda una enseñanza para los actuales referentes sociales de las diversas etnias que coexisten en territorio colombiano, y que sobre todo no olviden estas palabras que César Niño pronunció en su lengua materna:

“Sólo la unión de todos los trabajadores les dará el triunfo de sus reivindicaciones y derechos”.

Por Juan Carlos Gamboa Martínez
Fecha: 10/6/2019

Fuentes consultadas:
Juan Bautista Villafañe Mestre "Duane"-Biografía
http://ciudaddelosreyesvalledupar.blogspot.com/2014/01/juan-bautista-villafane-mestre-duane.html

Cesar Niño y Juan Bautista Villafañe: Pasajes recobrados de la historia de dos líderes Arhuacos. Por: Juan Carlos Gamboa Martínez https://www.laregional.net/cesar-nino-y-juan-vicente-villafane-pasajes-recobrados-de-la-historia-de-dos-lideres-arhuacos-por-juancarlos-gamboa-martinez-2/

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