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Eliana Muchachasoy Chindoy es artista plástica perteneciente a la comunidad indígena Camëntŝa del Valle del Sibundoy en Putumayo, Colombia. Trabaja principalmente sobre lienzo y muralismo, no obstante se expresa también a través de la fotografía y composición digital.

Sus obras se centran en fortalecer la identidad de la cultura indígena y defender su territorio; inspirando niños y jóvenes a defender su identidad

Eliana es hija de Natividad Chindoy, quien fue, realmente su primera maestra. Ha realizado exposiciones individuales desde 2011. Recibió una beca de artista en residencia para realizar un intercambio artístico y lingüístico en Brisbane, Australia, en la que llevó experiencias de arte indígena en defensa de los derechos humanos de los pueblos indígenas y mostró desde el arte las afectaciones a las cuales han sido sometidos.

En esta entrevista realizada por Ana Luisa González, Eliana habla sobre el arte neo amazónico, la necesidad de crear espacios artísticos en los territorios indígenas y los problemas de la apropiación cultural en el arte, que ella llama una «colonización a través del color».

AL: ¿Qué la llevó a ser artista y cómo ha influido este territorio en su obra?

Eliana Muchachasoy: El inicio de mi camino artístico tuvo que ver con mi mamá, porque ella me brindó herramientas artísticas y desde pequeña me llamó mucho la atención la pintura y el color. Estudié artes plásticas en la Universidad Nacional de Colombia. En ese momento, no me sentía a gusto con la técnica de la pintura y la hice a un lado. Cuando terminé la carrera, regresé a mi territorio en el Putumayo y aquí trabajé como profesora de arte. Ahí retomé la pintura y empecé a hacer diferentes propuestas desde la comunidad a partir de los colores que se pueden ver en el territorio, la medicina y la reivindicación de las luchas indígenas.

AL: ¿Cuáles son los temas y problemáticas que aborda en su obra plástica?

EM: A través de mi obra he examinado temas como la megaminería, la construcción de la variante de San Francisco, en Mocoa, una carretera que podría atravesar gran parte del resguardo indígena y que traerá un impacto ambiental y un desplazamiento de la comunidad. Se ha venido hablando de la comercialización del carbono, de construir una central hidroeléctrica y de la intención de crear una base militar en esta zona. También hablo a través de la pintura de la mujer indígena, como forma para auto representarme. A partir de mis obras quiero hacer un llamado para fortalecer nuestra identidad y defender nuestro territorio. Sobre todo los niños y jóvenes han venido perdiendo algunos valores culturales, lo que no ha permitido que la comunidad esté unida para defender su tierra.

AL: En varias ocasiones, usted ha dicho que su obra hace parte del arte “neo amazónico”. ¿Cómo define esta corriente artística y por qué su obra pertenece a este movimiento?

EM: El arte neo amazónico nació en la Escuela de Arte de Pucallpa, en la Amazonía peruana, donde varios artistas, en contacto con la medicina del yagé o ayahuasca (bebida alucinógena amazónica de origen vegetal), empezaron a realizar obras que reúnen diferentes propuestas artísticas, como fotografía, música, cine y pintura, y que hablan de lo que está pasando dentro de nuestros territorios y comunidades del Amazonas. Yo me ubico en esta corriente artística porque Sibundoy, Putumayo, es la puerta donde inicia la Amazonía colombiana.

AL: ¿Qué es la Galería Benach y cuál es la importancia de este espacio artístico en el Putumayo?

EM: La Galería Benach –palabra que significa “camino” en lengua Camëntŝa– hace parte del camino que he tomando como artista. En mi carrera no había tenido la oportunidad de exponer mi trabajo en el Putumayo, pues no había espacios para mostrar mi obra. Benach está pensado para promover el arte local, darle la oportunidad a este pueblo a que tenga un acercamiento a las diferentes expresiones artísticas y educar a través del arte. Ahora, los niños y jóvenes están recibiendo mucha información de los medios y todo esto hace parte su construcción de identidad. Benach es un espacio necesario para que ellos también puedan mirarse a través del arte.

AL: Según su texto “Un indio pintado”, hay una tendencia a la apropiación cultural de las simbologías indígenas, sobre todo por parte de artistas urbanos no indígenas. ¿Cuál es la crítica que usted hace a la apropiación cultural en este texto?

EM: El texto “Un indio pintado” nace a partir de algunas experiencias que tuve en varios viajes, donde me encontré con la imagen del indio pintado en la pared. En Colombia solemos usar la expresión “Ahí está pintado en la pared”, que es una forma de decir que no existe. Muchos artistas urbanos retoman elementos indígenas porque quieren hacer el homenaje o los usan como una inspiración, pero creo que esto debería ser una oportunidad para hacer una propuesta de reivindicación de las comunidades a través del arte.

También preguntarse cómo van a aportar los artistas no indígenas que no han tenido un acercamiento a los territorios. Ellos retoman esos elementos para pintar algo bonito pero creo que hay que preguntarse: ¿Cómo puede el artista ayudar a las comunidades a seguir hablando sobre sus problemáticas del territorio?

Por ejemplo, mucha gente que viene a visitar nuestro territorio toma fotografías de la comunidad, pero nosotros no sabemos para qué las están tomando, si es para llevarlas a exposiciones, replicarlo en murales, o para lucrarse. Ha habido apropiaciones sobre la parte simbólica de las comunidades pero no se les da el crédito, ni se tiene conocimiento de lo que hay en la comunidad. Eso hace que se pierda el respeto por sagrado y que se retome solo con el fin lucrativo.

AL: ¿Qué piensa de los artistas que buscan celebrar la identidad indígena de forma consciente a través del arte?

EM: Hoy en día se habla mucho del homenaje y la inspiración en las comunidades indígenas pero cuando uno habla con las abuelas y los abuelos en realidad ellos no se sienten representados a través de estas obras, ni ven la necesidad de recibir homenajes. Ahora existe una colonización a través del color dentro de las comunidades: algunos artistas que han explorado las técnicas en las comunidades con el fin de hacer una intervención artística o a sustraer la imagen de los territorios. El problema es que esos trabajos nunca se dan a conocer dentro de la comunidad. En Sibundoy no existe un archivo ni una biblioteca con todos esos trabajos. La comunidad no tiene acceso a esta información. Y lo mismo pasa con los museos, el arte de las comunidades está dentro de los museos, ¿pero quién tiene el acceso a los museos? No es la comunidad, pues los museos están fuera de los territorios.

En mi texto “Un indio pintado” hablo de la necesidad de encontrar un punto de equilibrio: la reciprocidad entre el artista y las comunidades. El artista debe entrar a tejerse y hacer un aporte en el territorio. Un ejemplo es cuando los artistas viven el plan de vida de las comunidades: siembran la tierra, aprenden la lengua indígena y conocen de cerca a los indígenas. Eso implica también romper los privilegios que existen.

Por Ana Luisa González
Ana Luisa González estudió Literatura y trabaja como periodista cultural y reportera independiente en Bogotá para medios en Estados Unidos.
Fecha: 12/06/2023

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